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Dios me inspiró la idea de reunir a los jefes, a los consejeros y al pueblo, para hacer un censo. (Nehemías 7, 5)
Hallé el registro del censo de los que habían regresado del destierro al principio. Encontré escrito lo siguiente: Estas son las personas de la provincia que regresaron del destierro, aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había deportado y que volvieron a Jerusalén y Judea, cada uno a su ciudad. (Nehemías 7, 6)
Al segundo día, los jefes de familia, los sacerdotes y levitas se reunieron junto al maestro de la Ley, Esdras, para enterarse de la Ley. (Nehemías 8, 13)
Joel, hijo de Ciorí, era el jefe, y Judá, hijo de Senúa ocupaba el segundo puesto en la ciudad. (Nehemías 11, 9)
Mattanías, hijo de Milká, hijo de Zabdi, hijo de Asaf, que entonaba los cantos de acción de gracias; Baqbuquías, el segundo entre sus hermanos; Abdías, hijo de Sammúa, hijo de Galal, hijo de Jedutún. (Nehemías 11, 17)
El segundo coro marchaba por la izquierda; yo iba detrás con la mitad de los jefes del pueblo por encima de la muralla, pasando por la Torre de los Hornos, hasta la muralla ancha, (Nehemías 12, 38)
y se las entregaba a los sacerdotes, hijos de Aarón, para el altar. A los Tobitas que prestan sus servicios en Jerusalén les daba el diezmo del trigo, vino, olivo, de los ganados, de los higos y demás frutales; el dinero del segundo diezmo, que se cobra cada seis años, lo distribuía en Jerusalén. (Tobías 1, 7)
El segundo día, Holofernes exhibió toda su caballería ante los israelitas que había en Betulia, (Judit 7, 6)
Le entregó, después, una copia de la condenación a muerte de los judíos, que había sido publicada en Susa, para que se la pasara a Ester y ésta la leyera. También le pedía a Ester que fuera a hablar con el rey para interceder por su pueblo y conseguir la revocación del edicto. «Acuérdate, le decía, de cuando vivías humildemente y de que yo te daba de comer con mi mano. Pues has de saber que Amán, el segundo del reino, le ha pedido al rey que nos condene a muerte. Invoca al Señor, habla por nosotros al rey, líbranos de la muerte.» (Ester 4, 8)
El segundo año de reinado del gran rey Asuero, a fines de marzo, tuvo un sueño Mardoqueo, hijo de Jaír, de la tribu de Benjamín. (Ester 11, 1)
En vista de esto hemos ordenado, como lo menciona en sus cartas Amán, nuestro colaborador en el gobierno y nuestro segundo padre, que toda esa gente sea exterminada por la espada, incluyendo a sus mujeres y niños, sin consideración ni miramiento alguno, el (Ester 13, 6)
fue tratado cariñosamente por nosotros, como lo hacemos con la gente de cada país, hasta el extremo de haberle llamado nuestro padre y de haberle dado el segundo puesto del reino, obligando a todo el mundo a reverenciarlo. (Ester 16, 11)