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  • «Bendito sea Yavé, que ha dado paz y reposo a su pueblo, Israel, según se lo había prometido; no ha faltado a ninguna de las promesas que hizo por boca de Moisés, su siervo. (1 Reyes 8, 56)

  • A ti te daré diez tribus y a Salomón le dejaré solamente una tribu, para cumplir mis promesas a David y porque Jerusalén es la ciudad que me elegí entre todas las tribus de Israel. (1 Reyes 11, 32)

  • y aun esto es poco a tus ojos, oh Dios, que también haces promesas a mi descendencia para el futuro lejano. Me has mirado como si fuera un hombre distinguido, ¡oh Yavé Dios! (1 Crónicas 17, 17)

  • luego se fue con toda la asamblea al Santuario de Loma de Gabaón, donde estaba la Tienda de las Citas Divinas, que Moisés, siervo de Yavé, había hecho en el desierto. (2 Crónicas 1, 3)

  • Así, pues, que no los engañe Ezequías ni los seduzca con vanas promesas. No lo crean. Ningún Dios de ninguna nación o reino ha podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres. ¡Cuánto menos podrán los dioses de ustedes librarlos de mi mano!» (2 Crónicas 32, 15)

  • Tú te mostraste justo en todo lo sucedido, porque tú has cumplido fielmente tus promesas, mas nosotros hemos actuado con maldad. (Nehemías 9, 33)

  • Yo aprendí desde niña, en mi familia, que tú, Señor, has elegido a Israel entre todas las naciones y a nuestros padres entre sus antepasados para que fueran por siempre tu heredad, y has cumplido con ellos tus promesas. (Ester 14, 5)

  • suprimir las promesas brotadas de tus labios, extirpar de raíz a tu heredad, (Ester 14, 9)

  • Desde la mañana oyes mi voz. Desde la mañana te hago promesas y me quedo a la espera. (Salmos 5, 4)

  • No me olvido, oh Dios, de mis promesas, te ofreceré sacrificios para darte gracias, (Salmos 56, 13)

  • Entonces cantaré por siempre a tu nombre y cumpliré mis promesas día tras día. (Salmos 61, 9)

  • En Sión, oh Dios, conviene alabarte y en Jerusalén cumplir nuestras promesas, (Salmos 65, 2)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina