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Sabemos también que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al que es Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo; ahí tienen el Dios verdadero y la Vida eterna. (1º Carta de Juan 5, 20)
a causa de esta misma verdad que permanece en nosotros y estará siempre con nosotros. (2º Carta de Juan 1, 2)
En cuanto a Demetrio, todos hablan bien de él, hasta la misma verdad. También nosotros lo alabamos, y tú sabes que cuando recomendamos a alguien lo hacemos según la verdad. (3º Carta de Juan 1, 12)
¡Desgraciados!, siguen los pasos de Caín, y por el dinero se extravían como Balaam: al fin perecerán como el revoltoso Coré. (Carta de Judas 1, 11)
y por su sangre nos ha purificado de nuestros pecados, haciendo de nosotros un reino y una raza de sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. (Apocalipsis 1, 6)
Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que Es, que era y que ha de venir, el Todopoderoso. (Apocalipsis 1, 8)
Conozco tus obras, tus dificultades y tu perseverancia. Sé que no puedes tolerar a los malos y que pusiste a prueba a los que se llaman a sí mismos apóstoles y los hallaste mentirosos. (Apocalipsis 2, 2)
El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias: «Al vencedor le daré un maná misterioso. Le daré también una piedra blanca con un nombre nuevo grabado en ella que sólo conoce el que lo recibe.» (Apocalipsis 2, 17)
Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tiene seis alas llenas de ojos alrededor y por dentro, y no cesan de repetir día y noche: Santo, santo, santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso, Aquel que era, que es y que viene. (Apocalipsis 4, 8)
Se presentó un caballo verdoso. Al que lo montaba lo llamaban Muerte, y detrás de él iba otro: el Mundo del Abismo. Se le dio poder para exterminar a la cuarta parte de los habitantes de la tierra por medio de la espada, el hambre, la peste y las fieras. (Apocalipsis 6, 8)
Los reyes de la tierra, los ministros, los generales, los ricos, los poderosos y toda la gente, tanto esclavos como hombres libres, se escondieron en las cavernas y entre las rocas de los cerros, (Apocalipsis 6, 15)
y decían: «Caigan sobre nosotros, cerros y rocas, y ocúltennos del que se sienta en el trono y de la cólera del Cordero, (Apocalipsis 6, 16)