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  • Las cosas secretas pertenecen a Yavé, nuestro Dios, pero las que nos dio a conocer nos comprometen, a nosotros y nuestros hijos para siempre, y tenemos que poner en práctica todas las disposiciones de esta Ley. (Deuteronomio 29, 28)

  • «Tomen el libro de esta Ley y pónganlo al lado del Arca de la Alianza de Yavé, nuestro Dios. Allí quedará como testimonio contra ustedes. (Deuteronomio 31, 26)

  • Voy a proclamar el nombre de Yavé: ¡alaben a nuestro Dios! (Deuteronomio 32, 3)

  • «Recorran el campamento impartiendo esta orden: Junten bastante alimento, porque dentro de tres días pasarán el Jordán y entrarán en posesión de la tierra que les dará Yavé, nuestro Dios.» (Josué 1, 11)

  • hasta que Yavé les dé su herencia, como se la ha dado a ustedes, y que conquisten también ellos el país que les da Yavé, nuestro Dios. Entonces ustedes regresarán a la provincia que les entregó Moisés y poseerán este país al este del Jordán.» (Josué 1, 15)

  • Los hombres respondieron: «Siempre que ustedes no descubran nuestro propósito, te devolveremos vida por vida cuando Yavé nos entregue este país, y actuaremos contigo con generosidad y con lealtad.» (Josué 2, 14)

  • Ellos respondieron: «Mira en qué forma cumpliremos nuestro juramento; (Josué 2, 17)

  • Cuídate de revelar nuestro plan; si no, quedaremos desligados del juramento que nos has exigido.» (Josué 2, 20)

  • Y Josué dijo a los israelitas: «Acérquense y escuchen las palabras de Yavé, nuestro Dios. ¿Quieren una señal de que Yavé, el Dios vivo, está en medio de ustedes (Josué 3, 9)

  • pues Yavé, nuestro Dios, secó las aguas del Jordán delante de nosotros, lo mismo que hizo en el mar Rojo, que dejó seco ante nosotros cuando tuvimos que atravesarlo. (Josué 4, 23)

  • Esto ha sucedido para que los pueblos de este país conozcan el poder de Yavé, nuestro Dios, y para que ustedes mismos lo teman siempre.» (Josué 4, 24)

  • Yavé, nuestro Dios, se la entregará. Después de tomar la ciudad, ustedes la quemarán, según lo mandó Yavé. Estas son mis órdenes.» (Josué 8, 8)


“De que vale perder-se em vãos temores?” São Padre Pio de Pietrelcina