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  • Cuando los hubo convencido, a fuerza de palabras, de que los devolvería sanos y salvos a sus hermanos, lo dejaron libre. (2 Macabeos 12, 25)

  • Antes de la ruina hubo orgullo; la arrogancia precede a la caída. (Proverbios 16, 18)

  • Todo lo que mis ojos deseaban, me lo concedí; no hubo placer del cual me haya privado, pues encontraba mi alegría en todo lo que hacía. Así al menos recogía el fruto de mi trabajo. (Eclesiastés (Qohelet) 2, 10)

  • y Yavé te enviará a ti, a tu pueblo y familia, días tan malos como nunca los hubo desde que Efraím se separó de Judá. (Isaías 7, 17)

  • Mi mano ha tomado, como se toma un nido, las riquezas de los pueblos. Como se recogen huevos botados, así me he apoderado de toda la tierra y no hubo quien aleteara ni abriera el pico ni piara. (Isaías 10, 14)

  • Tus cordeles se soltaron y ya no sostienen el mástil; no se izó la bandera. Entonces hubo que repartir un botín inmenso, hasta los cojos se echaron sobre los despojos; (Isaías 33, 23)

  • y no hubo aquel día quien dijera: «Estoy enfermo».) Al pueblo que allí vive, se le ha perdonado su deuda. (Isaías 33, 24)

  • Por eso los aguaceros cesaron y no hubo más lluvia para ti en la primavera, pero tu rostro de mujer perdida ni siquiera ha enrojecido. (Jeremías 3, 3)

  • Hubo también otro hombre que profetizó en nombre de Yavé: Urías, hijo de Semaya, de Cariatiarim; él profetizó contra esta ciudad y contra este país exactamente lo mismo que Jeremías. (Jeremías 26, 20)

  • Después que el rey hubo quemado el rollo que contenía todo lo que había anotado Baruc y que le había dictado Jeremías, Yavé habló de nuevo a éste: (Jeremías 36, 27)

  • Entonces Sedecías ordenó que trasladaran a Jeremías al patio de la guardia y cada día se le daba un pan de los que hacían en la calle de los panaderos, hasta que hubo pan en la ciudad. Así quedó Jeremías en el patio de la guardia. (Jeremías 37, 21)

  • Sin embargo, entre esos hombres hubo diez que le dijeron a Ismael: «Consérvanos la vida, pues tenemos escondidas, en el campo, provisiones de trigo, cebada, aceite y miel.» Entonces los perdonó y no los hizo morir como a sus hermanos. (Jeremías 41, 8)


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