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  • No hagas caso de ese malvado de Nabal, porque su nombre lo dice todo: es un estúpido. Y yo no estaba cuando vinieron tus jóvenes. (1 Samuel 25, 25)

  • Ahora te ruego, mi rey y señor, que escuches mis palabras. Si es Yavé quien te mueve contra mí, que sea aplacado con una oblación, pero si son los hombres, malditos sean ante Yavé, porque hoy me expulsan de la herencia de Yavé, como quien dice: Que vaya a servir a otros dioses. (1 Samuel 26, 19)

  • Este día, David dijo: «El que quiera atacar a los jebuseos, que suba por el túnel del agua, pues aborrezco a esos cojos y ciegos.» Por eso dice el proverbio: «No entrarán en el Templo ni cojos ni ciegos.» (2 Samuel 5, 8)

  • Así dice Yavé: «Cuando se hayan acabado tus días y vayas a descansar con tus padres, yo pondré en el trono a tu hijo, fruto de tus entrañas, y afirmaré su poder. (2 Samuel 7, 12)

  • si él se enoja y te dice: «¿Por qué se acercaron tanto a la ciudad? (2 Samuel 11, 20)

  • Natán le respondió: «Tú eres ese hombre. Esto te dice Yavé, Dios de Is rael: Yo te ungí rey de Israel y te libré de la mano de Saúl. (2 Samuel 12, 7)

  • Anda a ver al rey David y dile: Oiga, mi señor, ¿no le prometió usted a esta sirvienta suya que mi hijo Salomón iba a sucederle en el trono? ¿Cómo es, entonces, que Adonías dice que él es el rey? (1 Reyes 1, 13)

  • Dijo el rey: «La primera dice: el mío es el que vive, el tuyo el muerto. Y la otra dice: no, el tuyo es el que ha muerto.» (1 Reyes 3, 23)

  • y dijo a Jeroboam: «Tómate diez pedazos porque así dice Yavé, Dios de Israel: Voy a dividir el reino de Salomón. (1 Reyes 11, 31)

  • el cual dijo con voz fuerte al hombre de Dios que había llegado de Judá: «Así dice Yavé: Tú me has desobedecido y no has acatado la orden que te di, (1 Reyes 13, 21)

  • Porque así dice Yavé, Dios de Israel: No se terminará la harina de la tinaja ni se agotará el aceite del cántaro hasta el día en que Yavé mande la lluvia a la tierra.» (1 Reyes 17, 14)

  • «Esto te dice Ben-Hadad: tu plata y tu oro son para mí, y también quiero lo mejor de tus mujeres y de tus hijos.» (1 Reyes 20, 3)


“Não há nada mais inaceitável do que uma mulher caprichosa, frívola e arrogante, especialmente se é casada. Uma esposa cristã deve ser uma mulher de profunda piedade em relação a Deus, um anjo de paz na família, digna e agradável em relação ao próximo.” São Padre Pio de Pietrelcina