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Así, para consuelo de ellas, soportarás tu humillación y te avergonzarás de cuanto has hecho. (Ezequiel 16, 54)
(Un fuego que salió de su tronco devoró sus sarmientos y sus racimos.) ¿Qué le pasó? No más rama vigorosa, no más cetro real. Es una lamentación, y ¡cuánto no se lamentarán! (Ezequiel 19, 14)
En cuanto a los levitas que se alejaron de mí cuando Israel me dejó para seguir a sus ídolos, cargarán con el peso de su pecado. (Ezequiel 44, 10)
La ciudad tendrá pues un perímetro de dieciocho mil codos. En cuanto a su nombre, a partir de ese día, será: "Yavé está allí". (Ezequiel 48, 35)
En cuanto a la piedra que chocó con la estatua, se convirtió en un cerro muy grande que llenó toda la tierra. (Daniel 2, 36)
Por eso, en cuanto se oyó la trompeta, la flauta, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, los hombres de todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor. (Daniel 3, 7)
En cuanto a lo que ha visto el rey, un ángel, un santo que bajaba del cielo y decía: «Corten el árbol, destruyéndolo, pero el tronco y las raíces déjenlos en tierra, con ataduras de hierro y bronce, entre la hierba del campo, que lo moje el rocío del cielo y participe de la suerte de los animales del campo hasta que hayan pasado por él siete tiempos, mira que voy a explicártelo (Daniel 4, 20)
El año primero del reinado de Belsasar en Babilonia, Daniel tuvo un sueño y visiones en su mente mientras dormía. En cuanto despertó, puso el sueño por escrito. Comienzo de la relación: (Daniel 7, 1)
En cuanto a los dos reyes, no pensarán más que en hacerse daño, y aun sentados a la misma mesa tratarán de engañarse. Pero nada lograrán, pues habrá todavía un plazo antes del momento fijado (Daniel 11, 27)
En cuanto salieron las sirvientas, los dos ancianos se levantaron y fueron corriendo donde ella. (Daniel 13, 19)
En cuanto salieron y el rey mandó poner la comida ante Bel, (Daniel 14, 13)
En cuanto abrieron la puerta, el rey echó una mirada a la mesa y gritó en alta voz: «¡Grande eres, Bel, y en ti no hay engaño!» (Daniel 14, 18)