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  • Si alguien que no comparte la fe los invita, vayan, si quieren, y coman de todo lo que les sirvan sin plantearse problemas de conciencia. (1º Carta a los Corintios 10, 27)

  • Pero si alguien les dice: «Esa es carne sacrificada a los ídolos», no coman. Piensen en el que les advirtió y respeten su conciencia. (1º Carta a los Corintios 10, 28)

  • He dicho su conciencia, y no la tuya. ¿Será conveniente que yo haga uso de mi libertad si va a ser criticado por otra conciencia? (1º Carta a los Corintios 10, 29)

  • Cada uno, pues, examine su conciencia y luego podrá comer el pan y beber de la copa. (1º Carta a los Corintios 11, 28)

  • Hay algo de lo que nos sentimos orgullosos: nuestra conciencia nos asegura que la santidad y la sinceridad de Dios han inspirado siempre nuestra conducta en este mundo, especialmente respecto a ustedes. No nos han movido razones humanas, sino la gracia de Dios. (2º Carta a los Corintios 1, 12)

  • No nos callamos por falsa vergüenza; no andamos con rodeos ni desvirtuamos la palabra de Dios; manifestando la verdad, merecemos ante Dios que cualquier conciencia humana nos apruebe. (2º Carta a los Corintios 4, 2)

  • Yo mismo, al escribirles, no pensaba en el ofensor ni tampoco en el ofendido; más bien quería que ustedes tomaran conciencia ante Dios de la preocupación que tienen por mí. (2º Carta a los Corintios 7, 12)

  • Su inteligencia está en tinieblas; la ignorancia en que se quedan, así como su conciencia ciega, los mantienen muy lejos de la vida de Dios. (Carta a los Efesios 4, 18)

  • El fin de nuestra predicación es al amor que procede de una mente limpia, de una conciencia recta y de una fe sincera. (1º Carta a Timoteo 1, 5)

  • Conserva la fe y la buena conciencia, no como algunos que se despreocuparon de ella y naufragaron en la fe. (1º Carta a Timoteo 1, 19)

  • que guarden el misterio de la fe en una conciencia limpia. (1º Carta a Timoteo 3, 9)

  • Aparecerán hombres mentirosos con la conciencia marcada con la señal de los infames. (1º Carta a Timoteo 4, 2)


“Para mim, Deus está sempre fixo na minha mente e estampado no meu coração.” São Padre Pio de Pietrelcina