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Cristo, en cambio, está en su casa como el Hijo, y nosotros somos la gente de su casa, con tal que sigamos esperando con firmeza y entusiasmo. (Carta a los Hebreos 3, 6)
Hemos pasado a ser solidarios de Cristo, pero con tal de que mantengamos hasta el fin nuestra convicción del principio. (Carta a los Hebreos 3, 14)
Es preciso, pues, que creamos, si queremos entrar en el lugar de descanso recién mencionado: Por eso me enojé y declaré con juramento: No entrarán jamás en mi lugar de descanso. Aquí se trata del descanso de Dios después de la creación del mundo. (Carta a los Hebreos 4, 3)
No creamos que Josué los introdujo en el lugar donde debían descansar; de ser así Dios no habría indicado posteriormente otro día. (Carta a los Hebreos 4, 8)
Esforcémonos, pues, para entrar en ese descanso, y que nadie merezca, por su falta de fe, el castigo de que hablamos. (Carta a los Hebreos 4, 11)
Tenemos, pues, un Sumo Sacerdote excepcional, que ha entrado en el mismo cielo, Jesús, el Hijo de Dios. Esto es suficiente para que nos mantengamos firmes en la fe que profesamos. (Carta a los Hebreos 4, 14)
En los días de su vida mortal, presentó ruegos y súplicas a aquel que podía salvarlo de la muerte; este fue su sacrificio, con grandes clamores y lágrimas, y fue escuchado por su religiosa sumisión. (Carta a los Hebreos 5, 7)
A propósito de esto tendríamos muchas cosas que decir, pero nos cuesta exponerlas, porque se han vuelto lentos para comprender. (Carta a los Hebreos 5, 11)
pero la que produce zarzas y espinas pierde su valor; un poco más y la maldicen, y terminarán por prenderle fuego. Sigamos firmes en nuestra esperanza (Carta a los Hebreos 6, 8)
Dios no es injusto para olvidar lo que han hecho y cómo han ayudado y todavía ayudan a los santos por amor de su Nombre. (Carta a los Hebreos 6, 10)
Solamente deseamos que cada uno demuestre hasta el fin el mismo interés por alcanzar lo que han esperado. (Carta a los Hebreos 6, 11)
Tenemos, pues, promesa y juramento, dos cosas irrevocables en las que Dios no puede mentir y que nos dan plena seguridad cuando dejamos todo para aferrarnos a nuestra esperanza. (Carta a los Hebreos 6, 18)