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Harás también una lámina de oro fino, en la cual mandarás grabar como se graba en los sellos: «Consagrado a Yavé.» (Exodo 28, 36)
Prepararon igualmente las piedras ónices engastadas en oro y grabadas, como se graban los sellos, con los nombres de los hijos de Israel; (Exodo 39, 6)
E hicieron de oro puro una lámina, la diadema sagrada, en la que grabaron, como se graban los sellos: «Consagrado a Yavé». (Exodo 39, 30)
Lo mismo pasa con cualquier obrero o artesano que trabaja día y noche, con los que graban los sellos y se esfuerzan por variar el diseño. Toda su atención está puesta en el trabajo que hacen, y pasan las noches en vela perfeccionando su obra. (Sirácides (Eclesiástico) 38, 27)
Piedras preciosas destellaban, grabadas como sellos, engastadas por el joyero en una montura de oro. Allí se leían los nombres de las tribus de Israel: era para tenerlas siempre presentes en la memoria del Señor. (Sirácides (Eclesiástico) 45, 11)
De nuevo se comprarán campos y se firmarán contratos con sellos y con testigos, tanto en las tierras de Benjamín y en los alrededores de Jerusalén como en las ciudades de Judá, de la llanura, de los cerros y del sur. Pues yo haré volver a sus cautivos.» Palabra de Yavé. (Jeremías 32, 44)
El rey preguntó a Daniel: «¿Están intactos los sellos?» «Intactos», respondió él. (Daniel 14, 17)
Vi entonces en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro en forma de rollo escrito por los dos lados y sellado con siete sellos. (Apocalipsis 5, 1)
Vi también a un ángel formidable que proclamaba con voz potente: «¿Quién es digno de abrir el libro y de romper los sellos?» (Apocalipsis 5, 2)
Entonces uno de los ancianos me dijo: «No llores más; acaba de triunfar el león de la tribu de Judá, el brote de David; él abrirá el libro y sus siete sellos.» (Apocalipsis 5, 5)
Y cantaban este cántico nuevo: Eres digno de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación. (Apocalipsis 5, 9)
Como estaba mirando, el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro Seres Vivientes que gritaba como con voz de trueno: «Ven.» (Apocalipsis 6, 1)