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Pedro respondió: «Claro que sí». Y se fue a casa. Cuando entraba, se anticipó Jesús y le dijo: «Dame tu parecer, Simón. ¿Quiénes son los que pagan impuestos o tributos a los reyes de la tierra: sus hijos o los que no son de la familia?» (Evangelio según San Mateo 17, 25)
Pero ustedes preocúpense de sí mismos, porque van a ser apresados y entregados a los tribunales judíos, serán azotados en las sinagogas y tendrán que presentarse ante los gobernadores y reyes por mi causa, para ser mis testigos ante ellos. (Evangelio según San Marcos 13, 9)
Porque yo les digo, que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.» (Evangelio según San Lucas 10, 24)
Pero antes de que eso ocurra los tomarán a ustedes presos, los perseguirán, los entregarán a los tribunales judíos y los meterán en sus cárceles. Los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre, (Evangelio según San Lucas 21, 12)
Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones las gobiernan como dueños, y los mismos que las oprimen se hacen llamar bienhechores. (Evangelio según San Lucas 22, 25)
Jesús hizo también otras muchas cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros. (Evangelio según San Juan 21, 25)
Se han aliado los reyes de la tierra y los príncipes se han unido contra el Señor y contra su Mesías. (Hecho de los Apóstoles 4, 26)
El Señor le contestó: «Vete. Este hombre es para mí un instrumento excepcional, y llevará mi Nombre a las naciones paganas y a sus reyes, así como al pueblo de Israel. (Hecho de los Apóstoles 9, 15)
No pocos de los que habían practicado la magia juntaron sus libros y los quemaron delante de todos. Calculado el precio de esos libros, se estimó en unas cincuenta mil monedas de plata. (Hecho de los Apóstoles 19, 19)
y que acaba de ser llevado a la luz mediante los libros proféticos. Esta es decisión del Dios eterno, y todas las naciones tendrán que aceptar la fe. (Carta a los Romanos 16, 26)
Pero, ¿qué hacer? Ustedes ya son ricos, están satisfechos, y se sienten reyes sin nosotros. ¡Ojalá fueran reyes! Así nos darían un asiento a su lado. (1º Carta a los Corintios 4, 8)
A su debido tiempo Dios lo manifestará, el Bienaventurado y único Soberano, Rey de reyes y Señor de señores. (1º Carta a Timoteo 6, 15)