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  • Muchas otras señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro. (Evangelio según San Juan 20, 30)

  • Después de esto, nuevamente se apareció Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se hizo presente como sigue: (Evangelio según San Juan 21, 1)

  • Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados. (Evangelio según San Juan 21, 13)

  • Jesús hizo también otras muchas cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros. (Evangelio según San Juan 21, 25)

  • Israelitas, escuchen mis palabras: Dios acreditó entre ustedes a Jesús de Nazaret. Hizo que realizara entre ustedes milagros, prodigios y señales que ya conocen. (Hecho de los Apóstoles 2, 22)

  • Así lo hizo José, un levita nacido en Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que quiere decir: "El Animador"). (Hecho de los Apóstoles 4, 36)

  • Entonces abandonó el país de los caldeos y se estableció en Jarán. Después de la muerte de su padre, Dios hizo que se trasladara a este país en que ustedes habitan ahora. (Hecho de los Apóstoles 7, 4)

  • Luego hizo con él el pacto de la circuncisión. Y así, al nacer su hijo Isaac, Abrahán lo circuncidó al octavo día. Lo mismo hizo Isaac con Jacob, y Jacob con los doce patriarcas. (Hecho de los Apóstoles 7, 8)

  • y lo libró de todas sus tribulaciones; le concedió sabiduría y lo hizo grato a los ojos de Faraón, rey de Egipto, quien lo nombró gobernador de Egipto y de toda su casa. (Hecho de los Apóstoles 7, 10)

  • Y los hizo salir de aquel país, realizando prodigios y señales en Egipto, en el mar Rojo y en el desierto durante cuarenta años. (Hecho de los Apóstoles 7, 36)

  • ¿No fui yo quien hizo todas estas cosas? (Hecho de los Apóstoles 7, 50)

  • Incluso Simón creyó y se hizo bautizar. No se separaba de Felipe, y no salía de su asombro al ver las señales milagrosas y los prodigios que se realizaban . (Hecho de los Apóstoles 8, 13)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina