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Vi que el carnero atacaba contra el poniente, el norte y el sur. Ningún animal podía resistirle, ni nada escapar a su poder. Hacía lo que le parecía y así se hizo grande. (Daniel 8, 4)
El macho cabrío se hizo muy grande, pero cuando estaba en todo su poder, se rompió el gran cuerno y en su lugar despuntaron cuatro enormes cuernos en dirección de los cuatro vientos del cielo. (Daniel 8, 8)
Mientras me hablaba, perdí el conocimiento, cara en tierra. Me tocó y me hizo enderezarme donde estaba. (Daniel 8, 18)
El cumplió las palabras que pronunció contra nosotros y contra los que nos gobernaban. Hizo venir sobre nosotros una calamidad tremenda. No, no hubo jamás otra mayor que la que cayó sobre Jerusalén (Daniel 9, 12)
Le dijo el rey: «¿Por qué no adoras a Bel?» El respondió: «Porque yo no venero a ídolos hechos por mano del hombre, sino sólo al Dios vivo que hizo el cielo y la tierra y que tiene poder sobre todo viviente.» (Daniel 14, 5)
Entonces Daniel tomó resina, grasa y pelos y lo coció junto, hizo unas bolas y las metió en el hocico de la serpiente, que reventó en cuanto las tragó. Y Daniel dijo: «Esto es lo que ustedes adoraban. (Daniel 14, 27)
Por medio de un profeta hizo subir Yavé a Israel de Egipto y por medio de un profeta lo guardó, (Oseas 12, 14)
Escuchen, israelitas, esta palabra de Yavé que se refiere a ustedes y a todos los suyos, a quienes hizo salir de Egipto: (Amós 3, 1)
Entonces empezó a decirles: «Soy hebreo y temo a Yavé, Dios del Cielo, que hizo el mar y los continentes....» (Jonás 1, 9)
Jonás entró en la ciudad e hizo un día de camino pregonando: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida.» (Jonás 3, 4)
Luego hizo publicar esta orden en Nínive: «Hombres y bestias no comerán ni beberán nada. (Jonás 3, 7)
Pero Jonás salió de Nínive y se hizo una cabaña al este de la ciudad, para ver lo que sucedería a la ciudad. (Jonás 4, 5)
