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  • si alguien dice: «Yo permanezco en él», debe portarse como él se portó. (1º Carta de Juan 2, 6)

  • Y, sin embargo, se lo doy como un mandamiento nuevo, porque es realmente novedad tanto en ustedes como en Jesucristo; ya se van disipando las tinieblas y brilla la luz verdadera. (1º Carta de Juan 2, 8)

  • Esa gente salió de entre nosotros, pero no eran de los nuestros; si hubieran sido de los nuestros, se habrían quedado con nosotros. Así es como descubrimos que no todos son de los nuestros. (1º Carta de Juan 2, 19)

  • Amados, a pesar de que ya somos hijos de Dios, no se ha manifestado todavía lo que seremos; pero sabemos que cuando él aparezca en su gloria, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es. (1º Carta de Juan 3, 2)

  • Y si es esto lo que esperamos de él, querremos ser santos como él es santo. (1º Carta de Juan 3, 3)

  • Hijitos míos, no se dejen extraviar: el que actúa con toda rectitud es justo como él es justo. (1º Carta de Juan 3, 7)

  • El que no ama está en un estado de muerte. El que odia a su hermano es un asesino, y, como saben, ningún asesino tiene la vida eterna. (1º Carta de Juan 3, 15)

  • Si uno goza de riquezas en este mundo y cierra su corazón cuando ve a su hermano en apuros, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? (1º Carta de Juan 3, 17)

  • ¿Y cuál es su mandato? Que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros, tal como él nos lo ordenó. (1º Carta de Juan 3, 23)

  • ¿Quieren reconocer al espíritu de Dios? Todo espíritu que reconoce a Jesús como el Mesías que ha venido en la carne, habla de parte de Dios. (1º Carta de Juan 4, 2)

  • Nosotros, en cambio, somos de Dios; el que conoce a Dios nos escucha, pero el que no conoce a Dios no nos hace caso. Así es como reconocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error. (1º Carta de Juan 4, 6)

  • Miren cómo se manifestó el amor de Dios entre nosotros: Dios envió a su Hijo único a este mundo para que tengamos vida por medio de él. (1º Carta de Juan 4, 9)


“Pense na felicidade que está reservada para nós no Paraíso”. São Padre Pio de Pietrelcina