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sale el sol con fuerza y seca la hierba y su flor cae y se pierde su hermosa apariencia; así también el rico se marchitará en sus caminos. (Santiago 1, 11)
Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio; (Santiago 2, 2)
Pues el que dijo: No adulteres, dijo también: No mates. Si no adulteras, pero matas, eres transgresor de la Ley. (Santiago 2, 11)
Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. (Santiago 2, 17)
¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. (Santiago 2, 19)
Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. (Santiago 2, 26)
Mirad también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad del piloto quiere. (Santiago 3, 4)
Así también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego abrasa un bosque tan grande. (Santiago 3, 5)
Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca. (Santiago 5, 8)
más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, (I Pedro 1, 15)
también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. (I Pedro 2, 5)
Criados, sed sumisos, con todo respeto, a vuestros dueños, no sólo a los buenos e indulgentes, sino también a los severos. (I Pedro 2, 18)