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Abraham puso siete corderas aparte. (Génesis 21, 28)
Dijo Abimélek a Abraham: «¿Para qué son esas siete corderas que has apartado?» (Génesis 21, 29)
Dijo: «Estas siete corderas las vas a aceptar de mi mano, para que me sirvan de testimonio de que yo he excavado este pozo.» (Génesis 21, 30)
Abraham plantó un tamarisco en Berseba en invocó allí el nombre de Yahveh, Dios eterno. Abraham estuvo residiendo en el país de los filisteos muchos años. (Génesis 21, 33)
Levantóse, pues, Abraham de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Dios. (Génesis 22, 3)
Dijo Abraham: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y siguieron andando los dos juntos. (Génesis 22, 8)
yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos. (Génesis 22, 17)
«Yo soy un simple forastero que reside entre vosotros. Dadme una propiedad sepulcral entre vosotros, para retirar y sepultar a mi muerta.» (Génesis 23, 4)
«A ver si nos entendemos, señor; tú eres un príncipe divino entre nosotros. En el mejor de nuestros sepulcros sepulta a tu muerta. Ninguno de nosotros te negará su sepulcro, para que entierres a tu muerta.» (Génesis 23, 6)
y les habló en estos términos: «Si estáis de acuerdo con que yo retire y sepulte a mi muerta, escuchadme e interceded por mí ante Efrón, hijo de Sójar, (Génesis 23, 8)
y se dirigió a Efron, a oídas de los paisanos, diciendo: «A ver si nos entendemos. Te doy el precio de la finca acéptamelo y enterraré allí a mi muerta.» (Génesis 23, 13)
«Señor mío, escúchame: Cuatrocientos siclos de plata por un terren0, ¿qué nos suponen a ti y a mí? Sepulta a tu muerta.» (Génesis 23, 15)