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Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder (I Corintios 2, 4)
Cierto que mi conciencia nada me reprocha; mas no por eso quedo justificado. Mi juez es el Señor. (I Corintios 4, 4)
Así que, no juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor. El iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto los designios de los corazones. Entonces recibirá cada cual del Señor la alabanza que le corresponda. (I Corintios 4, 5)
Y cuando tenéis pleitos de este género ¡tomáis como jueces a los que la Iglesia tiene en nada! (I Corintios 6, 4)
«Todo me es lícito»; mas no todo me conviene. «Todo me es lícito»; mas ¡no me dejaré dominar por nada! (I Corintios 6, 12)
La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de los mandamientos de Dios. (I Corintios 7, 19)
Ahora bien, respecto del comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que el ídolo no es nada en el mundo y no hay más que un único Dios. (I Corintios 8, 4)
Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. (I Corintios 13, 2)
Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. (I Corintios 13, 3)
Hay en el mundo no sé cuántas variedades de lenguas, y nada hay sin lenguaje. (I Corintios 14, 10)
como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos. (II Corintios 6, 10)
Pues si hay prontitud de voluntad es bien acogida con lo que se tenga, y no importa si nada se tiene. (II Corintios 8, 12)