Encontrados 41 resultados para: jinetes

  • Al año siguiente, reunió Lisias 60.000 hombres escogidos y 5.000 jinetes para combatir contra ellos. (I Macabeos 4, 28)

  • El número de sus fuerzas era de 10.000 infantes, 20.000 jinetes y 32 elefantes adiestrados para la guerra. (I Macabeos 6, 30)

  • Las bestias estaban repartidas entre las falanges. Mil hombres, con cota de malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada elefante. Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos, (I Macabeos 6, 35)

  • de donde partieron con 20.000 hombres y 2.000 jinetes en dirección a Beerzet. (I Macabeos 9, 4)

  • Cuando Apolonio se enteró, puso en pie de guerra 3.000 jinetes y un numeroso ejército y partió en dirección a Azoto, como que quería pasar por allí, pero al mismo tiempo se iba adentrando en la llanura porque tenía mucha caballería y confiaba en ella. (I Macabeos 10, 77)

  • Había dejado Apolonio mil jinetes ocultos a espaldas de ellos. (I Macabeos 10, 79)

  • Antíoco puso cerco a Dora con los 120.000 combatientes y los 8.000 jinetes que consigo tenía. (I Macabeos 15, 13)

  • Escogió luego en el país 20.000 combatientes y jinetes que partieron contra Cendebeo y pasaron la noche en Modín. (I Macabeos 16, 4)

  • Dividió su ejército (en dos cuerpos) y puso a los jinetes en medio de los de a pie, pues la caballería de los contrarios era muy numerosa. (I Macabeos 16, 7)

  • Sucedió que durante cerca de cuarenta días aparecieron en toda la ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de oro, tropas armadas distribuidas en cohortes, (II Macabeos 5, 2)

  • 20.500 infantes fueron muertos y seiscientos jinetes. (II Macabeos 10, 31)

  • No tenía en cuenta en absoluto el poder de Dios, engreído como estaba con sus miríadas de infantes, sus millares de jinetes y sus ochenta elefantes. (II Macabeos 11, 4)


Por que a tentação passada deixa na alma uma certa perturbação? perguntou um penitente a Padre Pio. Ele respondeu: “Você já presenciou um tremor de terra? Quando tudo estremece a sua volta, você também é sacudido; no entanto, não necessariamente fica enterrado nos destroços!” São Padre Pio de Pietrelcina