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para que el crimen cometido contra los setenta hijos de Yerubbaal fuera vengado y su sangre cayera sobre su hermano Abimélek, que los había asesinado, y sobre los señores de Siquem, que le habían ayudado a asesinar a sus hermanos. (Jueces 9, 24)
Cuando Jefté volvió a Mispá, a su casa, he aquí que su hija salía a su encuentro bailando al son de las panderetas. Era su única hija; fuera de ella no tenía ni hijo ni hija. (Jueces 11, 34)
Tenía treinta hijos y treinta hijas. A éstas las casó fuera y de fuera trajo treinta mujeres para sus hijos. Fue juez en Israel siete años. (Jueces 12, 9)
Pero aquellos hombres no quisieron escucharle. Entonces el hombre tomó a su concubina y se la sacó fuera. Ellos la conocieron, la maltrataron toda la noche hasta la mañana y la dejaron al amanecer. (Jueces 19, 25)
Fue ella y se puso a espigar en el campo detrás de los segadores, y quiso su suerte que fuera a dar en una parcela de Booz, el de la familia de Elimélek. (Rut 2, 3)
He querido hacértelo saber y decirte: «Adquiérela en presencia de los aquí sentados, en presencia de los ancianos de mi pueblo. Si vas a rescatar, rescata; si nos vas a rescatar, dímelo para que yo lo sepa, porque fuera de ti no hay otro que tenga derecho de rescate, pues voy yo después de ti.» El dijo: «Yo rescataré.» (Rut 4, 4)
No hay Santo como Yahveh, (porque nadie fuera de ti), ni roca como nuestro Dios. (I Samuel 2, 2)
Respondió el sacerdote: «Ahí está la espada de Goliat el filisteo que mataste en el valle del Terebinto, envuelta en un paño detrás del efod; si la quieres tómala; fuera de ésta, no hay otra.» Dijo David: «Ninguna mejor. Dámela.» (I Samuel 21, 10)
Oyó David que Nabal había muerto y dijo: «Bendito sea Yahveh que ha defendido mi causa contra la injuria de Nabal y ha preservado a su siervo de hacer mal. Yahveh ha hecho caer la maldad de Nabal sobre su cabeza.» Envió David mensajeros para proponer a Abigaíl que fuera su mujer. (I Samuel 25, 39)
Por eso eres grande, mi Señor Yahveh; nadie como tú, no hay Dios fuera de ti, como oyeron nuestros oídos. (II Samuel 7, 22)
Llamó al criado que le servía y le dijo: «Echame a ésta fuera y cierra la puerta tras ella.» (II Samuel 13, 17)
(Vestía ella una túnica con mangas, porque así vestían antes las hijas del rey que eran vírgenes). Su criado la hizo salir fuera y cerró la puerta tras ella. (II Samuel 13, 18)