Encontrados 778 resultados para: efusión del Espíritu Santo

  • Se fue de allí a las celdas de Ramá y vino también sobre él el espíritu de Dios e iba caminando en trance hasta que llegó a las celdas de Ramá. (I Samuel 19, 23)

  • Diéronle también un trozo de pan de higos secos y dos racimos de pasas. Cuando hubo comido, recobró su espíritu, pues había estado tres días y tres noches sin comer pan ni beber agua. (I Samuel 30, 12)

  • El espíritu del rey cesó de airarse contra Absalón, porque se había consolado ya de la muerte de Ammón. (II Samuel 13, 39)

  • El espíritu de Yahveh habla por mí, su palabra está en mi lengua. (II Samuel 23, 2)

  • Construyó los veinte codos del fondo de la Casa con planchas de cedro desde el suelo hasta las vigas, formando así por la parte interior el Debir, el Santo de los Santos; (I Reyes 6, 16)

  • las cucharas, los cuchillos, los acetres, las copas y los braseros de oro fino, los goznes de oro para las puertas de la cámara interior, el Santo de los Santos, y para las puertas de la Casa y el Hekal. (I Reyes 7, 50)

  • Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su sitio, al Debir de la Casa, en el Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines, (I Reyes 8, 6)

  • Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo, desde la parte anterior del Debir, pero no se veían desde fuera. Están allí hasta el día de hoy. (I Reyes 8, 8)

  • Al salir los sacerdotes del Santo, la nube llenó la Casa de Yahveh. (I Reyes 8, 10)

  • Y sucederá que, cuando me aleje de ti, el espíritu de Yahveh te llevará no sé dónde, llegaré a avisar a Ajab, pero no te hallará y me matará. Sin embargo, tu siervo teme a Yahveh desde su juventud. (I Reyes 18, 12)

  • Vino a donde él su mujer Jezabel, y le habló: «¿Por qué está triste tu espíritu y por qué no quieres comer?» (I Reyes 21, 5)

  • Se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahveh y dijo: "Yo le engañaré." Yahveh le preguntó: "¿De qué modo?" (I Reyes 22, 21)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina