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«¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? - dice Yahveh -. Harto estoy de holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, (Isaías 1, 11)
Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. (Isaías 1, 18)
Dice Yahveh: «Por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan con el cuello estirado y guiñando los ojos, y andan a pasitos menudos, y con sus pies hacen tintinear las ajorcas», (Isaías 3, 16)
Pues dice: «¿No son mis jefes todos ellos reyes? (Isaías 10, 8)
Por tanto, así dice el Señor Yahveh Sebaot: «No temas, pueblo mío que moras en Sión, a Asur que con la vara te da golpes y su bastón levanta contra ti (en el camino de Egipto). (Isaías 10, 24)
Dice el centinela: «Se hizo de mañana y también de noche. Si queréis preguntar, volveos, venid.» (Isaías 21, 12)
Así dice el Señor Yahveh Sebaot: Preséntate al mayordomo, a Sebná, encargado del palacio, (Isaías 22, 15)
Porque dice: Sau la sau, sau la sau, cau la cau, cau la cau, zeer sam, zeer sam. » (Isaías 28, 10)
Ahora Yahveh les dice: « Sau la sau, sau la sau, cau la cau, cau la cau, zeer sam, zeer sam », de suerte que vayan y caigan hacia atrás y se fracturen, caigan en la trampa y sean presos. (Isaías 28, 13)
Por eso, así dice el Señor Yahveh: «He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: quien tuviere fe en ella no vacilará. (Isaías 28, 16)
Toda revelación será para vosotros como palabras de un libro sellado, que da uno al que sabe leer diciendo: «Ea, lee eso»; y dice el otro: «No puedo, porque está sellado»; (Isaías 29, 11)
y luego pone el libro frente a quien no sabe leer, diciendo: «Ea, lee eso»; y dice éste: «No sé leer» (Isaías 29, 12)