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Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase. (Génesis 2, 15)
Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: «Esta vez alabo a Yahveh.» Por eso le llamó Judá, y dejó de dar a luz. (Génesis 29, 35)
El mismo dejó todo lo suyo en manos de José y, con él, ya no se ocupó personalmente de nada más que del pan que comía. José era apuesto y de buena presencia. (Génesis 39, 6)
Pero también esta vez endureció Faraón su corazón y no dejó salir al pueblo. (Exodo 8, 28)
Faraón mandó hacer averiguaciones, y se vio que del ganado de Israel no había muerto ni un solo animal. Sin embargo, se endureció el corazón de Faraón y no dejó salir al pueblo. (Exodo 9, 7)
Endurecióse, pues, el corazón de Faraón y no dejó salir a los israelitas como Yahveh había dicho por boca de Moisés. (Exodo 9, 35)
Yahveh dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para que venga la langosta; que suba sobre el país de Egipto y coma toda la hierba del país, todo lo que dejó el granizo.» (Exodo 10, 12)
Pero Yahveh endureció el corazón de Faraón, que no dejó salir a los israelitas. (Exodo 10, 20)
Moisés y Aarón obraron todos estos prodigios ante Faraón; pero Yahveh endureció el corazón de Faraón, que no dejó salir de su país a los israelitas. (Exodo 11, 10)
Cuando Faraón dejó salir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, aunque era más corto; pues se dijo Dios: «No sea que, al verse atacado, se arrepienta el pueblo y se vuelva a Egipto.» (Exodo 13, 17)
Luego Moisés y Aarón entraron en la Tienda del Encuentro y, cuando salieron, bendijeron al pueblo. La gloria de Yahveh se dejó ver de todo el pueblo. (Levítico 9, 23)
La chusma que se había mezclado al pueblo se dejó llevar de su apetito. También los israelitas volvieron a sus llantos diciendo: «¿Quién nos dará carne para comer? (Números 11, 4)