Encontrados 25 resultados para: cabellos
Dijo Salomón: «Si es hombre honrado, no caerá en tierra ni uno de sus cabellos, pero si se halla maldad en él, morirá.» (I Reyes 1, 52)
Yo les reprendí y les maldije, hice azotar a algunos de ellos y arrancarles los cabellos, y los conjuré en nombre de Dios: «¡No debéis dar vuestras hijas a sus hijos ni tomar ninguna de sus hijas por mujeres ni para vuestros hijos ni para vosotros mismos! (Nehemías 13, 25)
y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los cabellos y dijo: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!» (Judit 13, 7)
prendió con una cinta sus cabellos, ropa de lino vistió para seducirle. (Judit 16, 8)
Despojándose de sus magníficos vestidos, se vistió de angustia y duelo. En vez de exquisitos perfumes, echó sobre su cabeza ceniza y suciedad, humilló su cuerpo hasta el extremo, encubrió, con sus desordenados cabellos la gozosa belleza de su cuerpo, (Ester 14, 2)
Pues desdichas me envuelven en número incontable. Mis culpas me dan caza, y no puedo ya ver; más numerosas son que los cabellos de mi cabeza, y el corazón me desampara. (Salmos 40, 13)
Son más que los cabellos de mi cabeza los que sin causa me odian; más duros que mis huesos los que me hostigan sin razón. (¿Lo que yo no he robado tengo que devolver?) (Salmos 69, 5)
Cuando el primero hizo así su tránsito, llevaron al segundo al suplicio y después de arrancarle la piel de la cabeza con los cabellos, le preguntaban: «¿Vas a comer antes de que tu cuerpo sea torturado miembro a miembro?» (II Macabeos 7, 7)
Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía. (II Macabeos 15, 13)
Cabellos blancos son corona de honor; y en el camino de la justicia se la encuentra. (Proverbios 16, 31)
El hablar del jurador eriza los cabellos, ante sus disputas se tapan los oídos. (Eclesiástico 27, 14)
Los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros del rey se reunieron para ver a estos hombres: el fuego no había tenido ningún poder sobre su cuerpo, los cabellos de su cabeza no estaban chamuscados, sus mantos no se habían alterado, y ni el olor del fuego se les había pegado. (Daniel 3, 94)