Encontrados 254 resultados para: Vuestras

  • sin contar los sábados de Yahveh, sin contar vuestros dones, sin contar todos vuestros votos, sin contar todas vuestras oblaciones voluntarias, las que ofrezcáis a Yahveh. (Levítico 23, 38)

  • Vuestras fuerzas se consumirán en vano, pues vuestra tierra no dará sus productos ni el árbol del campo sus frutos. (Levítico 26, 20)

  • Traeré sobre vosotros la espada vengadora de la alianza. Os reuniréis entonces en vuestras ciudades, pero yo enviaré la peste en medio de vosotros y seréis entregados en manos del enemigo. (Levítico 26, 25)

  • Comeréis la carne de vuestros hijos y la carne de vuestras hijas comeréis. (Levítico 26, 29)

  • Reduciré vuestras ciudades a ruina y devastaré vuestros santuarios, no aspiraré ya más vuestros calmantes aromas. (Levítico 26, 31)

  • A vosotros os esparciré entre las naciones, y desanvainaré la espada en pos de vosotros. Vuestra tierra será un yermo y vuestras ciudades una ruina. (Levítico 26, 33)

  • y ofrezcáis manjares abrasados a Yahveh en holocausto o sacrificio, para cumplir un voto, o como ofrenda voluntaria o con acasión de vuestras fiestas, ofreciendo así, de vuestros bueyes u ovejas, calmante aroma para Yahveh, (Números 15, 3)

  • Reservaréis a Yahveh una ofrenda de las primicias de vuestra molienda, por todas vuestras generaciones. (Números 15, 21)

  • algo de lo que os ha mandado Yahveh por medio de Moisés, desde que Yahveh lo ordenó en adelante, por todas vuestras generaciones, (Números 15, 23)

  • lo podréis comer, en cualquier lugar, vosotros y vuestras familias: es vuestro salario por vuestro servicio en la Tienda del Encuentro. (Números 18, 31)

  • Estos son los sacrificios que ofreceréis a Yahveh en vuestras solemnidades, aparte de vuestras ofrendas votivas y espontáneas, holocaustos, oblaciones, libaciones y sacrificios de comunión.» (Números 29, 39)

  • Escoged entre vosotros hombres sabios, perspicaces y experimentados, de cada una de vuestras tribus, y yo los pondré a vuestra cabeza.» (Deuteronomio 1, 13)


O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina