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Las aguas inundaron la tierra por espacio de 150 días. (Génesis 7, 24)
Al aspirar Yahveh el calmante aroma, dijo en su corazón: «Nunca más volveré al maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho. (Génesis 8, 21)
Establezco mi alianza con vosotros, y no volverá nunca más a ser aniquilada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra.» (Génesis 9, 11)
Después de estas cosas, se anunció a Abraham: «También Milká ha dado hijos a tu hermano Najor: (Génesis 22, 20)
La joven corrió a anunciar a casa de su madre todas estas cosas. (Génesis 24, 28)
Jacob anunció a Raquel que era pariente de su padre e hijo de Rebeca. Ella se echó a correr y lo anunció a su padre. (Génesis 29, 12)
En veinte años que llevo contigo, tus ovejas y tus cabras nunca han malparido, y los machos de tu rebaño nunca me los he comido. (Génesis 31, 38)
Ganado destrozado por fieras nunca te llevé: yo pagaba el daño, de lo mío te cobrabas tanto si era yo robado de día como si lo era de noche. (Génesis 31, 39)
Judá lo reconoció y dijo: «Ella tiene más razón que yo, porque la verdad es que no la he dado por mujer a mi hijo Selá.» Y nunca más volvió a tener trato con ella. (Génesis 38, 26)
José dijo a Faraón: «El sueño de Faraón es uno solo: Dios anuncia a Faraón lo que va a hacer. (Génesis 41, 25)
Entonces se le acercó Judá y le dijo: «Con permiso, señor, tu siervo va a pronunciar una palabra a los oídos de mi señor, y que no se encienda tu ira contra tu siervo, pues tú eres como el mismo Faraón. (Génesis 44, 18)
y le anunciaron: «Todavía vive José, y es el amo de todo Egipto.» Pero él se quedó impasible, porque no les creía. (Génesis 45, 26)