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porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. (Juan 6, 38)
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. (Juan 6, 44)
Jesús les respondió: «Mi enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. (Juan 7, 16)
El que habla por su cuenta busca su propia gloria, pero el que busca la gloria de aquel que lo envió, ese dice la verdad y no hay nada de falso en él. (Juan 7, 18)
Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: «¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. (Juan 7, 28)
Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió». (Juan 7, 29)
Después Jesús dijo: «Poco tiempo estaré aún con ustedes y me iré a aquel que me envió. (Juan 7, 33)
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. (Juan 8, 2)
y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió. (Juan 8, 16)
Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí». (Juan 8, 18)
De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo». (Juan 8, 26)
El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada». (Juan 8, 29)