Encontrados 11 resultados para: valeroso
porque el Señor, su Dios, es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, valeroso y temible, que no hace acepción de personas ni se deja sobornar. (Deuteronomio 10, 17)
Jefté, el galaadita, era un guerrero valeroso. Galaad, su padre, lo había tenido con una prostituta. (Jueces 11, 1)
Naamán, general del ejército del rey de Arám, era un hombre prestigioso y altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la victoria a Arám. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad en la piel. (II Reyes 5, 1)
y Sadoc, joven guerrero valeroso, con veintidós jefes de su familia. (I Crónicas 12, 29)
Si te empeñas por cumplir los decretos y las leyes que el Señor ha ordenado a Moisés para Israel, entonces prosperarás. ¡Sé fuerte y valeroso! ¡No temas ni te acobardes! (I Crónicas 22, 13)
David dijo a su hijo Salomón: "¡Sé fuerte y valeroso, y manos a la obra! No temas ni te acobardes, porque el Señor Dios, mi Dios, estará contigo: él no te dejará ni te abandonará hasta que hayas terminado toda la obra necesaria para el servicio de la Casa del Señor. (I Crónicas 28, 20)
De Benjamín: Eliadá, guerrero valeroso, con 200.000 hombres armados de arco y escudo. (II Crónicas 17, 17)
Un tal Dositeo, valeroso jinete de las tropas de Bacenor, se apoderó de Gorgias y, tirándole de la capa, lo arrastraba con fuerza a fin de capturar vivo a aquel infame. Pero un jinete tracio se abalanzó sobre Dositeo y lo hirió por la espalda, y así Gorgias pudo huir hacia Marisa. (II Macabeos 12, 35)
Luego me dijo: "No temas, hombre predilecto. ¡La paz esté contigo! ¡Sé fuerte y valeroso!". Mientras él me hablaba, recobré las fuerzas y le dije: "Que hable mi Señor, ya que me has fortalecido". (Daniel 10, 19)
y el más valeroso entre los valientes huirá desnudo aquel día -oráculo del Señor-. (Amós 2, 16)
¡Está cerca el gran Día del Señor! ¡Está cerca y llega rápidamente! ¡Qué amargo es el clamor del Día del Señor! ¡Hasta el valeroso lanza un grito estridente! (Sofonías 1, 14)