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  • Se anuncia un desastre tras otro, porque está devastado todo el país: mis carpas fueron devastadas de repente, mis pabellones, en un instante. (Jeremías 4, 20)

  • Desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy, yo les envié a todos mis servidores los profetas, los envié incansablemente, día tras día. (Jeremías 7, 25)

  • Va corriendo un emisario tras otro, un mensajero tras otro, para anunciar al rey de Babilonia que toda su ciudad ha sido tomada. (Jeremías 51, 31)

  • vendrá una desgracia sobre otra y una mala noticia tras otra. Implorarán una visión al profeta, le faltará la enseñanza al sacerdote y el consejo a los ancianos. (Ezequiel 7, 26)

  • Sólo perjurio y engaño, asesinato y robo, adulterio y extorsión, y los crímenes sangrientos se suceden uno tras otro. (Oseas 4, 2)

  • Todos ellos se inflaman como un horno y devoran a sus jefes. ¡Así han caído sus reyes uno tras otro, pero nadie entre ellos clama hacia mí! (Oseas 7, 7)

  • Efraím se apacienta de viento y corre todo el día tras el viento del este; multiplica el fraude y la devastación; hacen una alianza con Asiria y llevan aceite a Egipto. (Oseas 12, 2)

  • Saldrán por las brechas, una tras otra, y serán arrojadas hacia el Hermón -oráculo del Señor-. (Amós 4, 3)

  • Si apareciera un hombre que corre tras el viento y propala esta mentira: "¡Yo te vaticino vino y licor!", ese sí sería el profeta de este pueblo. (Miqueas 2, 11)

  • Y todos los sobrevivientes de todas las naciones que hayan luchado contra Jerusalén, subirán año tras año a postrarse delante del Rey, Señor de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de las Chozas. (Zacarías 14, 16)

  • Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: «¿Seré yo?». (Marcos 14, 19)

  • Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, (Juan 8, 9)


“Dirás tu o mais belo dos credos quando houver noite em redor de ti, na hora do sacrifício, na dor, no supremo esforço duma vontade inquebrantável para o bem. Este credo é como um relâmpago que rasga a escuridão de teu espírito e no seu brilho te eleva a Deus”. São Padre Pio de Pietrelcina