Encontrados 31 resultados para: trabajar

  • Luego les expliqué cómo la mano bondadosa de mi Dios había estado sobre mí y también les comuniqué las palabras que me había dicho el rey. "¡Vamos, dijeron ellos, pongámonos a trabajar!". Y emprendieron esta buena obra con toda decisión. (Nehemías 2, 18)

  • Yo, por mi parte, les respondí: "El Dios del cielo nos coronará con el éxito. Nosotros, sus servidores, nos pondremos a trabajar. Ustedes, en cambio, no tienen parte, ni derechos, ni recuerdos en Jerusalén". (Nehemías 2, 20)

  • En aquella oportunidad, dije también al pueblo: "Que cada uno, con su servidor, pase la noche en Jerusalén; de noche, para montar guardia, y de día, para trabajar". (Nehemías 4, 16)

  • También trabajé personalmente en la reconstrucción de las murallas, no adquirí ningún campo, y todos mis hombres se reunieron allí para trabajar. (Nehemías 5, 16)

  • En realidad, lo que ellos querían eran intimidarnos, pensando: "Sus manos se cansarán de trabajar, y la obra no se realizará". ¡Y ahora, Señor, fortalece mis manos! (Nehemías 6, 9)

  • Desde ese momento, mi esposa Ana empezó a trabajar en labores femeninas: hilaba lana, (Tobías 2, 11)

  • entonces sale el hombre a trabajar, a cumplir su jornada hasta la tarde. (Salmos 104, 23)

  • El deseo mata al perezoso, porque sus manos se niegan a trabajar. (Proverbios 21, 25)

  • Obliga a trabajar a tu esclavo, y encontrarás descanso; déjalo desocupado, y buscará la libertad. (Eclesiástico 33, 26)

  • Fuérzalo a trabajar, para que no se quede ocioso, porque el ocio enseña muchas cosas malas. (Eclesiástico 33, 28)

  • Oblígalo a trabajar como le corresponde, y si no obedece, ata sus pies con cadenas. (Eclesiástico 33, 29)

  • ¡Ay del que edifica su casa sin respetar la justicia y sus pisos altos sin respetar el derecho, del que hace trabajar de balde a su prójimo y no le remunera su trabajo! (Jeremías 22, 13)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina