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  • Nos embarcamos en Tróade y fuimos derecho a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis. (Hechos 16, 11)

  • El primer día de la semana, cuando nos reunimos para partir el pan, Pablo, que debía salir al día siguiente, dirigió la palabra a la asamblea y su discurso se prolongó hasta la medianoche. (Hechos 20, 7)

  • Partimos de allí al día siguiente y llegamos frente a Quío. Al otro día, fuimos a Samos y, después de hacer escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto. (Hechos 20, 15)

  • Después de separarnos de ellos, nos embarcamos y fuimos derecho a Cos; al día siguiente, llegamos a Rodas y de allí pasamos a Pátara. (Hechos 21, 1)

  • Al día siguiente, volvimos a partir y llegamos a Cesarea, donde fuimos a ver a Felipe, el predicador del Evangelio, uno de los Siete, y nos alojamos en su casa. (Hechos 21, 8)

  • Al día siguiente, Pablo fue con nosotros a casa de Santiago, donde también se reunieron todos los presbíteros. (Hechos 21, 18)

  • Al día siguiente, Pablo tomó consigo a esos hombres, se purificó con ellos y entró en el Templo. Allí hizo saber cuándo concluiría el plazo fijado para la purificación, es decir, cuándo debía ofrecerse la oblación por cada uno de ellos. (Hechos 21, 26)

  • Al día siguiente, queriendo saber con exactitud de qué lo acusaban los judíos, el tribuno le hizo sacar las cadenas, y convocando a los sumos sacerdotes y a todo el Sanedrín, hizo comparecer a Pablo delante de ellos. (Hechos 22, 30)

  • A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: «Ánimo, así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, también tendrás que darlo en Roma». (Hechos 23, 11)

  • Al día siguiente, dejaron que los jinetes partieran con él, y ellos se volvieron a la fortaleza. (Hechos 23, 32)

  • Festo permaneció en Jerusalén unos ocho o diez días, y luego bajó a Cesarea. Al día siguiente, se sentó en el tribunal e hizo comparecer a Pablo. (Hechos 25, 6)

  • Ellos vinieron aquí, y sin ninguna demora, me senté en el tribunal e hice comparecer a ese hombre al día siguiente. (Hechos 25, 17)


“Para consolar uma alma na sua dor, mostre-lhe todo o bem que ela ainda pode fazer.” São Padre Pio de Pietrelcina