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Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente. (Génesis 2, 7)
El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. (Génesis 2, 8)
Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol de la vida en medio del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. (Génesis 2, 9)
De Edén nace un río que riega el jardín, y desde allí se divide en cuatro brazos. (Génesis 2, 10)
El primero se llama Pisón: es el que recorre toda la región de Javilá, donde hay oro. (Génesis 2, 11)
El segundo río se llama Guijón: es el que recorre toda la tierra de Cus. (Génesis 2, 13)
El tercero se llama Tigris: es el que pasa al este de Asur. El cuarto es el Éufrates. (Génesis 2, 14)
El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. (Génesis 2, 15)
Después dijo el Señor Dios: "No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada". (Génesis 2, 18)
Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales del campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre. (Génesis 2, 19)
Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío. (Génesis 2, 21)
Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. (Génesis 2, 22)