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A lo ancho del atrio, por el lado oeste, habrá veinticinco metros de cortinas, con diez columnas y sus respectivas bases. (Exodo 27, 12)
Las del otro lado tendrán las mismas medidas, también con tres columnas y sus respectivas bases. (Exodo 27, 15)
las estacas de la Morada y las estacas del atrio con sus respectivas cuerdas; (Exodo 35, 18)
Pero los artesanos que realizaban todo el trabajo del Santuario, abandonando momentáneamente sus respectivas ocupaciones, (Exodo 36, 4)
Por el lado oeste, había veinticinco metros de cortinas, con diez columnas y sus respectivas bases, que estaban provistas de ganchos y varillas de plata. (Exodo 38, 12)
Las del otro lado tenían las mismas medidas, también con tres columnas y sus respectivas bases. (Exodo 38, 15)
Además, Manasés tenía en Isacar y en Aser a Bet Seán, Ibleám y Dor, con sus respectivas ciudades dependientes; y a los habitantes de En Dor, de Taanac y de Meguido -las tres alturas- con sus respectivas ciudades dependientes. (Josué 17, 11)
Manasés, en cambio, no pudo adueñarse de Bet Seán y de Tanac con sus respectivas ciudades dependientes. Tampoco desposeyó a los habitantes de Dor, de Ibleám y de Meguido, con sus respectivas ciudades dependientes, sino que los cananeos continuaron ocupando ese territorio. (Jueces 1, 27)
Estos son los jefes de sus familias: Efer, Isei, Eliel, Azriel, Jeremías, Hodavías y Iajdiel, hombres valientes y jefes famosos de sus respectivas familias. (I Crónicas 5, 24)
con sus hermanos, según sus listas genealógicas: 956 en total. Todos estos eran jefes de sus respectivas familias. (I Crónicas 9, 9)
y sus hermanos, jefes de sus respectivas familias; 1.760 hombres para el culto de la Casa de Dios. (I Crónicas 9, 13)
Además, conforme a las disposiciones de su padre David, asignó a las clases sacerdotales sus respectivas funciones; estableció en sus cargos a los levitas, para cantar alabanzas y oficiar en presencia de los sacerdotes, según el rito de cada día; y a los porteros, según sus clases, los encargó de cada una de las puertas, porque así lo había mandado David, el hombre de Dios. (II Crónicas 8, 14)