Encontrados 2424 resultados para: pueblo de Judá
Pero vuelvo a preguntarme: ¿Es posible que Israel no haya comprendido? Ya lo dijo Moisés: Yo los pondré celosos con algo que no es un pueblo, los irritaré con una nación insensata. (Romanos 10, 19)
De Israel, en cambio, afirma: Durante todo el día tendí mis manos a un pueblo infiel y rebelde. (Romanos 10, 21)
Entonces me pregunto: ¿Dios habrá rechazado a su Pueblo? ¡Nada de eso! Yo mismo soy israelita, descendiente de Abraham y miembro de la tribu de Benjamín. (Romanos 11, 1)
Dios no ha rechazado a su Pueblo, al que eligió de antemano. ¿Ustedes no saben acaso lo que dice la Escritura en la historia de Elías? Él se quejó de Israel delante de Dios, diciendo: (Romanos 11, 2)
Y en otra parte dice: ¡Pueblos extranjeros, alégrense con el Pueblo de Dios! (Romanos 15, 10)
No adoren a falsos dioses, como hicieron algunos de ellos, según leemos en la Escritura: El pueblo se sentó a comer y a beber, y luego se levantó para divertirse. (I Corintios 10, 7)
En la Ley está escrito: Yo hablaré a este pueblo en lenguas extrañas y por boca de extranjeros; con todo, ni aun así me escucharán, dice el Señor. (I Corintios 14, 21)
¿Qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios viviente, como lo dijo el mismo Dios: Yo habitaré y caminaré en medio de ellos; seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. (II Corintios 6, 16)
Hay en todo esto un simbolismo: estas dos mujeres representan las dos Alianzas. La primera Alianza, la del monte Sinaí, que engendró un pueblo para la esclavitud, está representada por Agar, (Gálatas 4, 24)
Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria. (Efesios 1, 14)
Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. (Tito 2, 14)
En consecuencia, debió hacerse semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. (Hebreos 2, 17)