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mientras David decía: "Que tu sangre recaiga sobre tu cabeza, ya que tu misma boca atestiguó contra ti, cuando dijiste: ‘Yo he dado muerte al ungido del Señor’". (II Samuel 1, 16)
Quiera el Señor tratarlos ahora con fidelidad y lealtad. Yo, por mi parte, los trataré con la misma bondad, ya que han obrado así. (II Samuel 2, 6)
Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: "¡Nosotros somos de tu misma sangre! (II Samuel 5, 1)
Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos: (II Samuel 7, 4)
Entonces el Señor le envió al profeta Natán. Él se presentó a David y le dijo: "Había dos hombres en una misma ciudad, uno rico y el otro pobre. (II Samuel 12, 1)
Así habla el Señor: ‘Yo haré surgir de tu misma casa la desgracia contra ti. Arrebataré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día. (II Samuel 12, 11)
Entonces Jonadab le dijo: "Acuéstate como si estuvieras enfermo, y cuando tu padre venga a verte, tú le dirás: ‘Deja que mi hermana Tamar venga a darme de comer; que prepare la comida en mi presencia, de manera que yo pueda ver, y que me la sirva ella misma’". (II Samuel 13, 5)
Amnón dijo a Tamar: "Tráeme la comida a la habitación y dame tú misma de comer". Tamar tomó los buñuelos que había preparado y los llevó a la habitación donde estaba su hermano Amnón. (II Samuel 13, 10)
Ajitófel dijo a Absalón: "Déjame elegir doce mil hombres y saldré en persecución de David esta misma noche. (II Samuel 17, 1)
El rey hizo esta recomendación a Joab, Abisai e Itai: "Trátenme con cuidado al joven Absalón". Y toda la tropa oyó cuando el rey hacía a todos los jefes esa misma recomendación. (II Samuel 18, 5)
Y a Amasá le dirán: ‘¿No eres tú de mi misma sangre? ¡Que Dios me castigue una y otra vez, si tú no ocupas para siempre el lugar de Joab, como jefe de mi ejército!’". (II Samuel 19, 14)
"Está bien, respondió Betsabé, yo misma le hablaré de ti al rey". (I Reyes 2, 18)