Encontrados 617 resultados para: descendientes de Jacob

  • "Yo estaba atemorizado, respondió Jacob a Labán, pensando que podías quitarme a tus hijas. (Génesis 31, 31)

  • Y en lo que respecta a tus dioses, si llegas a encontrarlos en poder de alguno de nosotros, ese no quedará con vida. Revisa bien, en presencia de nuestros hermanos, a ver si hay aquí algo que te pertenece, y llévatelo". Por supuesto, Jacob ignoraba que Raquel los había robado. (Génesis 31, 32)

  • Labán entró en la carpa de Jacob, en la de Lía, y en la de las dos esclavas, y no encontró nada. Al salir de la carpa de Lía, entró en la de Raquel. (Génesis 31, 33)

  • Jacob se llenó de indignación, y reprochó a Labán diciéndole: "¿Qué delito o falta he cometido para que me acoses de esa manera? (Génesis 31, 36)

  • Labán replicó a Jacob: "Estas mujeres son mis hijas, y estos muchachos, mis nietos; y también es mío el rebaño. Todo lo que ves me pertenece. Pero ¿qué puedo hacer ahora contra mis hijas y mis nietos? (Génesis 31, 43)

  • Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió como piedra conmemorativa. (Génesis 31, 45)

  • Y Labán le puso el nombre de Iegar Sahadutá, mientras que Jacob lo llamó Galed. (Génesis 31, 47)

  • Que el Dios de Abraham y el Dios de Najor sea nuestro juez". Entonces Jacob prestó un juramento por el Terror de Isaac. (Génesis 31, 53)

  • mientras que Jacob prosiguió su camino. De pronto, le salieron al paso unos ángeles de Dios. (Génesis 32, 2)

  • Al verlos, Jacob exclamó: "Este es un campamento de Dios". Por eso dio a ese lugar el nombre de Majanaim. (Génesis 32, 3)

  • Después Jacob envió unos mensajeros a su hermano Esaú -que vivía en la región de Seír, en las estepas de Edóm- (Génesis 32, 4)

  • dándoles esta orden: "Digan a mi señor Esaú: Así habla tu servidor Jacob: Fui a pasar un tiempo a la casa de Labán, y me quedé allí hasta ahora. (Génesis 32, 5)


“Por que a tentação passada deixa na alma uma certa perturbação? perguntou um penitente a Padre Pio. Ele respondeu: “Você já presenciou um tremor de terra? Quando tudo estremece a sua volta, você também é sacudido; no entanto, não necessariamente fica enterrado nos destroços!” São Padre Pio de Pietrelcina