Encontrados 357 resultados para: amor de Tobías
Rafael dijo a Tobías, antes que él se acercara a su padre: "Seguro que tu padre va a recobrar la vista. (Tobías 11, 7)
Tobit también se levantó y, tropezando, salió por la puerta del patio. Tobías corrió hacia él, (Tobías 11, 10)
Porque él me había herido, pero tuvo compasión de mí, y ahora veo a mi hijo Tobías". Tobías entró en la casa, lleno de gozo y bendiciendo a Dios en alta voz. Luego informó a su padre sobre el buen resultado del viaje: le contó cómo había recuperado el dinero y cómo se había casado con Sara, hija de Ragüel. Y añadió: "Llegará de un momento a otro, porque está a las puertas de Nínive". (Tobías 11, 15)
Después se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la bendijo, diciendo: "¡Bienvenida, hija mía! ¡Bendito sea Dios, que te trajo hasta nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo Tobías, y bendita seas tú, hija mía! ¡Entra en tu casa con gozo y bendición!". (Tobías 11, 17)
Cuando terminó de celebrarse la boda, Tobit llamó a su hijo Tobías y le dijo: "Hijo mío, ya es hora de pagarle lo convenido a tu compañero, agregando incluso algo más". (Tobías 12, 1)
Tobías le respondió: "Padre, ¿cuánto tengo que darle? Aunque le entregara la mitad de los bienes que él trajo conmigo, no saldría perdiendo. (Tobías 12, 2)
Tobías llamó a su compañero y le dijo: "Toma en pago la mitad de lo que has traído, y vete en paz". (Tobías 12, 5)
para que Dios alegre en ti a todos los desterrados y muestre su amor a todos los desdichados, por los siglos de los siglos. (Tobías 13, 12)
Cuando estaba por morir, llamó a su hijo Tobías y le recomendó: "Hijo mío, llévate a tus hijos (Tobías 14, 3)
Cuando murió su madre, Tobías la enterró al lado de su padre. Después partió con su esposa para Media y se estableció en Ecbátana, junto a su suegro Ragüel. (Tobías 14, 12)
Él cuidó respetuosamente a sus suegros durante su vejez, y los enterró en Ecbátana de Media. Tobías heredó el patrimonio de Ragüel y el de su padre Tobit, (Tobías 14, 13)
Tú lo conoces todo, y sabes muy bien, Señor, que no ha sido por arrogancia, ni por soberbia o amor propio, que yo me negué a postrarme ante el orgulloso Amán: (Ester 13, 12)