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Si obedeces en todo lo que yo te ordene y sigues mis caminos, si haces lo que es recto a mis ojos, observando mis preceptos y mis mandamientos, como lo hizo mi servidor David, yo estaré contigo y te edificaré una dinastía estable, como la edifiqué para David. Te entregaré a Israel (I Reyes 11, 38)
Arranqué la realeza a la casa de David para dártela a ti. Pero tú no has sido como mi servidor David, que observó mis mandamientos y me siguió de todo corazón, haciendo únicamente lo que es recto a mis ojos. (I Reyes 14, 8)
Judá hizo lo que es malo a los ojos del Señor, provocando sus celos más que todos sus antepasados, con los pecados que cometieron. (I Reyes 14, 22)
Porque David había hecho lo que es recto a los ojos del Señor, sin apartarse jamás de lo que él le había mandado, salvo en el caso de Urías, el hitita. (I Reyes 15, 5)
Asá hizo lo que es recto a los ojos del Señor, igual que su padre David. (I Reyes 15, 11)
Él hizo lo que es malo a los ojos del Señor; siguió el camino de su padre y persistió en el pecado con que este hizo pecar a Israel. (I Reyes 15, 26)
Él hizo lo que es malo a los ojos del Señor; siguió el camino de Jeroboám y persistió en el pecado con que este hizo pecar a Israel. (I Reyes 15, 34)
Además, por medio del profeta Jehú, hijo de Jananí, la palabra del Señor fue dirigida a Basá y a su casa, por todo el mal que este había hecho a los ojos del Señor, provocando su indignación con la obra de sus manos, hasta el punto de llegar a ser como la casa de Jeroboám, y también por haber exterminado su estirpe. (I Reyes 16, 7)
Esto sucedió por el pecado que había cometido, haciendo lo que es malo a los ojos del Señor, siguiendo el camino de Jeroboám y persistiendo en el pecado que este había cometido al hacer pecar a Israel. (I Reyes 16, 19)
Omrí hizo lo que es malo a los ojos del Señor, y obró peor aún que sus predecesores. (I Reyes 16, 25)
Ajab, hijo de Omrí, hizo lo que es malo a los ojos del Señor, más que todos sus predecesores. (I Reyes 16, 30)
Luego el profeta fue a apostarse en el camino, a la espera del rey, cubriéndose los ojos con una venda para no ser reconocido. (I Reyes 20, 38)