Encontrados 27 resultados para: Llanto

  • Mientras tanto murió Débora, la nodriza de Rebeca, y fue sepultada bajo la encina que se encuentra antes de llegar a Betel. Por eso se la llamó "Encina del llanto". (Génesis 35, 8)

  • Los israelitas lloraron a Moisés durante treinta días en las estepas de Moab. Así se cumplió el período de llanto y de duelo por la muerte de Moisés. (Deuteronomio 34, 8)

  • "¡Ah, Señor! Recuerda que yo he caminado delante de ti con fidelidad e integridad de corazón, y que hice lo que es bueno a tus ojos". Y Ezequías se deshizo en llanto. (II Reyes 20, 3)

  • Muchos sacerdotes, levitas y jefes de familia, ya ancianos, que habían visto el primer Templo, prorrumpieron en llanto, mientras veían poner los cimientos del nuevo; pero muchos otros proferían aclamaciones de júbilo. (Esdras 3, 12)

  • No se podía distinguir entre las aclamaciones de júbilo y el llanto de la gente, porque las aclamaciones del pueblo eran tan grandes que se oían desde lejos. (Esdras 3, 13)

  • Mientras Esdras, bañado en llanto y postrado delante de la Casa de Dios, oraba y hacía esta confesión, una gran cantidad de israelitas -hombres, mujeres y niños- se congregaron a su alrededor, derramando abundantes lágrimas. (Esdras 10, 1)

  • Y toda la asamblea prorrumpió en un amargo llanto, implorando a grandes voces al Señor Dios. (Judit 7, 29)

  • Mi rostro está enrojecido por el llanto y la oscuridad envuelve mis pupilas. (Job 16, 16)

  • Estoy agotado de tanto gemir: cada noche empapo mi lecho con llanto, inundo de lágrimas mi cama. (Salmos 6, 7)

  • Escucha, Señor, mi oración; presta oído a mi clamor; no seas insensible a mi llanto, porque soy un huésped en tu casa, un peregrino, lo mismo que mis padres. (Salmos 39, 13)

  • Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante el Señor. (Salmos 102, 1)

  • Yo también, al nacer, respiré el aire común, caí sobre la tierra que nos recibe a todos por igual, y mi primer grito, como el de todos, fue el llanto. (Sabiduría 7, 3)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina