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Acuérdate del Señor, tu Dios, porque él te da la fuerza necesaria para que alcances esa prosperidad, a fin de confirmar la alianza que juró a tus padres, como de hecho hoy sucede. (Deuteronomio 8, 18)
Y a esa obra del pecado, a ese ternero que ustedes habían fabricado, lo tomé, lo quemé y lo molí, hasta convertirlo en polvo muy fino, y después lo arrojé en el torrente que baja de la montaña. (Deuteronomio 9, 21)
y está bajo el cuidado constante del Señor, tu Dios. Sobre ella permanecen fijos los ojos del Señor, tu Dios, desde el comienzo hasta el fin del año. (Deuteronomio 11, 12)
Podrás destruir y cortar, en cambio, los árboles que sepas que no dan ningún fruto, a fin de construir máquinas de asedio contra la ciudad que te oponga resistencia, hasta que logres someterla. (Deuteronomio 20, 20)
Porque ellos no se adelantaron para ofrecerles agua y alimento, cuando ustedes iban por el camino, a la salida de Egipto; y porque Moab contrató a Balaam, hijo de Beor, que era de Petor en Arám Naharaim, a fin de que te maldijera. (Deuteronomio 23, 5)
Cuando recojas la cosecha en tu campo, si olvidas en él una gavilla, no vuelvas a buscarla. Será para el extranjero, el huérfano y la viuda, a fin de que el Señor, tu Dios, te bendiga en todas tus empresas. (Deuteronomio 24, 19)
Por eso, cuando el Señor, tu Dios, te libre definitivamente de todos los enemigos que están a tu alrededor, en la tierra que él te dará en herencia, borrarás de todas partes el recuerdo de Amalec. ¡No lo olvides! (Deuteronomio 25, 19)
El tercer año, el año del diezmo, cuando tomes la décima parte de tus cosechas y se la des al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, a fin de que ellos puedan comer en tus ciudades hasta saciarse, (Deuteronomio 26, 12)
El más fino y delicado entre los hombres de tu pueblo mirará con odio a su hermano, a la esposa que dormía en sus brazos y a los hijos que todavía le queden, (Deuteronomio 28, 54)
La más fina y delicada entre las mujeres de tu pueblo -tan fina y delicada que ni siquiera se hubiera atrevido a pisar el suelo con la planta de sus pies- mirará con odio al esposo de su corazón, a su hijo y a su hija, (Deuteronomio 28, 56)
a fin de convertirte en su pueblo y ser tu Dios, como te lo ha prometido, y como lo juró a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob. (Deuteronomio 29, 12)
Aunque tus desterrados se encuentren en los confines del cielo, de allí el Señor, tu Dios, te volverá a reunir, de allí te tomará. (Deuteronomio 30, 4)