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Luego vi descender del cielo a otro Ángel poderoso, envuelto en una nube, con un arco iris sobre su cabeza. Su rostro era como el sol, sus piernas parecían columnas de fuego, (Apocalipsis 10, 1)
y gritó con voz potente, semejante al rugido del león. Entonces, los siete truenos hicieron resonar sus voces. (Apocalipsis 10, 3)
Una vez que estos hablaron, yo me dispuse a escribir, pero una voz del cielo me ordenó: «Guarda en secreto lo que han dicho los siete truenos y no lo escribas». (Apocalipsis 10, 4)
Pero el día en que suene la trompeta del séptimo Ángel y se escuche su voz, se cumplirá el misterio de Dios, conforme al anuncio que él hizo a sus servidores, los profetas». (Apocalipsis 10, 7)
Yo tomé el pequeño libro de la mano del Ángel ylo comí: en mi boca era dulce como la miel, pero cuando terminé de comerlo, se volvió amargo en mi estómago. (Apocalipsis 10, 10)
No tengas en cuenta el atrio exterior del Templo ni lo midas, porque ha sido entregado a los paganos, y ellos pisotearán la Ciudad santa durante cuarenta y dos meses. (Apocalipsis 11, 2)
Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra. (Apocalipsis 11, 4)
Y cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los vencerá ylos matará. (Apocalipsis 11, 7)
En ese momento se produjo un violento temblor de tierra que derrumbó la décima parte de la Ciudad, y el terremoto ocasionó la muerte de siete mil personas: los sobrevivientes quedaron atemorizados y alabaron al Dios del cielo. (Apocalipsis 11, 13)
Cuando el séptimo Ángel tocó la trompeta, resonaron en el cielo unas voces potentes que decían: «El dominio del mundo ha pasado a manos de nuestro Señor y de su Mesías, y él reinará por los siglos de los siglos». (Apocalipsis 11, 15)
Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos, delante de Dios, se postraron para adorarlo, diciendo: (Apocalipsis 11, 16)
Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. (Apocalipsis 12, 1)