Encontrados 333 resultados para: Aarón
Finalmente, Moisés hizo que se acercaran los hijos de Aarón, los vistió con túnicas, los ciñó con fajas y les ajustó las mitras, según la orden que el Señor le había dado. (Levítico 8, 13)
Después hizo traer un novillo para el sacrificio por el pecado. Aarón y sus hijos impusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima, (Levítico 8, 14)
Hizo traer, además, el carnero para el holocausto. Aarón y sus hijos impusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima, (Levítico 8, 18)
Luego hizo traer el segundo carnero, el carnero del sacrificio de la consagración. Aarón y sus hijos impusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima, (Levítico 8, 22)
y Moisés la inmoló. Después tomó un poco de sangre y mojó con ella el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, el pulgar de su mano derecha y el pulgar de su pie derecho. (Levítico 8, 23)
Luego mandó que se acercaran los hijos de Aarón, les mojó con un poco de sangre el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el pulgar de su pie derecho, y roció con la sangre todos los costados del altar. (Levítico 8, 24)
Luego entregó todo eso a Aarón y a sus hijos, e hizo el gesto de presentación delante del Señor. (Levítico 8, 27)
Moisés tomó en seguida el óleo de la unción y la sangre que estaba sobre el altar, e hizo una aspersión sobre Aarón, sobre sus hijos y sus vestiduras. De esta manera consagró a Aarón, a sus hijos, y también sus vestiduras. (Levítico 8, 30)
Entonces Moisés dijo a Aarón y a sus hijos: "Hagan cocer la carne a la entrada de la Carpa del Encuentro, y cómanla allí mismo, con el pan que está en la canasta del sacrificio de la consagración, conforme a la orden que recibí: ‘Aarón y sus hijos comerán esto’. (Levítico 8, 31)
Aarón y sus hijos hicieron todo lo que el Señor había mandado por medio de Moisés. (Levítico 8, 36)
Al octavo día, Moisés llamó a Aarón y a sus hijos, y a los ancianos de Israel, (Levítico 9, 1)
y dijo a Aarón: "Toma un ternero para un sacrificio por el pecado, y un carnero para un holocausto, ambos sin ningún defecto, y preséntalos delante del Señor. (Levítico 9, 2)