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  • Pero Jacob respondió: "Mi señor sabe que los niños son delicados. Además, las ovejas y las vacas han tenido cría, y yo debo velar por ellas. Bastará con exigirles un solo día de marcha forzada, para que muera todo el rebaño. (Génesis 33, 13)

  • Se apoderaron de sus ovejas, de sus vacas, de sus asnos, y de todo lo que había dentro y fuera de la ciudad, (Génesis 34, 28)

  • y de todos sus bienes. Se llevaron cautivos a todos los niños y a las mujeres, y saquearon todo lo que había en las casas. (Génesis 34, 29)

  • Sus hijos y sus hijas venían a consolarlo, pero él rehusaba todo consuelo, diciendo: "No. Voy a bajar enlutado a donde está mi hijo, a la morada de los muertos". Y continuaba lamentándose. (Génesis 37, 35)

  • Judá replicó: "Que se quede con todo, porque de lo contrario nos pondremos en ridículo. Yo cumplí mandándole el cabrito, y tú no la encontraste". (Génesis 38, 23)

  • Por eso dejó a cargo de José todo lo que poseía, y ya no se preocupó más de nada, fuera del alimento que comía. Como José era apuesto y de buena presencia, (Génesis 39, 6)

  • Pero él se negó y respondió a la mujer: "Teniéndome a mí, mi patrón ya no piensa en los asuntos de su casa, porque me ha confiado todo lo que posee. (Génesis 39, 8)

  • Pero un día, José entró en la casa para cumplir con sus obligaciones, en el preciso momento en que todo el personal de servicio se encontraba ausente. (Génesis 39, 11)

  • Este confió a José todos los presos que había en la cárcel, y él dirigía todo lo que allí se hacía. (Génesis 39, 22)

  • El jefe de los carceleros no vigilaba absolutamente nada de lo que había confiado a José, porque el Señor estaba con él y hacía prosperar todo lo que él realizaba. (Génesis 39, 23)

  • Y todo sucedió como él lo había interpretado: yo fui restituido a mi cargo, mientras que el otro fue ahorcado". (Génesis 41, 13)

  • Detrás de ellas subieron otras siete vacas, escuálidas, de aspecto horrible y esqueléticas, como nunca había visto en todo el territorio de Egipto. (Génesis 41, 19)


“O trabalho é tão sagrado como a oração”. São Padre Pio de Pietrelcina