Encontrados 34 resultados para: saqué
Yavé les mandó un profeta que les dijo: «Así habla Yavé, Dios de Israel: Yo los hice subir de Egipto y los saqué de la casa de la esclavitud. (Jueces 6, 8)
Te tratan a ti como me han tratado a mí desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy. Pues sabes cómo me abandonaron para ir tras otros dioses. (1 Samuel 8, 8)
y dijo a los hijos de Israel: «Esto dice Yavé: Yo saqué a Israel de Egipto y los libré de las manos de los egipcios y de los reyes que los tenían oprimidos. (1 Samuel 10, 18)
Me acerqué, pues, a él y le quité la vida, puesto que yo sabía que no podría sobrevivir a su caída. Después le saqué la corona que llevaba en su cabeza y la pulsera que tenía en la muñeca, y te los traje a ti, mi señor.» (2 Samuel 1, 10)
Desde que saqué a Israel de Egipto hasta el día de hoy no he tenido casa, sino que iba de un lado para otro, alojado en una tienda de campaña. (2 Samuel 7, 6)
Esto dirás de mi parte a David: «Te fui a buscar al campo y te saqué de detrás de las ovejas para hacerte jefe de mi pueblo. (2 Samuel 7, 8)
Desde el día que saqué de Egipto a mi pueblo, Israel, no había elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una casa en la que esté mi Nombre. Hoy, sin embargo, he elegido a Jerusalén para que esté ahí mi Nombre, lo mismo que he elegido a David para que esté al frente de mi pueblo. (1 Reyes 8, 16)
Di, pues, ahora, esto a mi siervo David: Así habla Yavé Sebaot: Yo te saqué de detrás de las ovejas para que fueras jefe de mi pueblo Israel, (1 Crónicas 17, 7)
Desde que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no he elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una Casa en la que esté mi nombre; ni elegí varón que estuviera al frente de mi pueblo Israel, (2 Crónicas 6, 5)
haces brotar el pasto para el ganado y las plantas que el hombre ha de cultivar, para que de la tierra saque el pan (Salmos 104, 14)
Después de haberlo visto, reflexioné y saqué la lección: (Proverbios 24, 32)
Saqué esta conclusión: que la mujer es más amarga que la muerte; ella es para el hombre una trampa, su corazón es una red y sus brazos, cadenas. El que agrada a Dios se escapa de ella, pero el pecador se deja atrapar. (Eclesiastés (Qohelet) 7, 26)