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No vi templo alguno en la ciudad, porque su templo es el Señor Dios, el Todopoderoso, y el Cordero. (Apocalipsis 21, 22)
No habrá ya maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus servidores le rendirán culto. (Apocalipsis 22, 3)
No necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque Dios mismo será su luz, y reinarán por los siglos para siempre. (Apocalipsis 22, 5)
Después me dijo el ángel: «Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor, que es Dios de los profetas y sus espíritus, ha enviado a su ángel para que muestre a sus servidores lo que ha de suceder pronto. (Apocalipsis 22, 6)
pero me dijo: «No lo hagas, yo soy un servidor como tú y tus hermanos los profetas, y como todos los que escuchan las palabras de este libro. A Dios tienes que adorar.» (Apocalipsis 22, 9)
Que el pecador siga pecando y el manchado siga ensuciándose, que el bueno siga practicando el bien y el santo creciendo en santidad. (Apocalipsis 22, 11)
Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida, y se les abrirán las puertas de la ciudad. (Apocalipsis 22, 14)
Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira. (Apocalipsis 22, 15)
Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para decirles lo que se refiere a las Iglesias. Yo soy el Brote y el Descendiente de David, la estrella radiante de la mañana.» (Apocalipsis 22, 16)
El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven!» Que el que escucha diga también: «¡Ven!» El que tenga sed, que se acerque, y el que lo desee, reciba gratuitamente el agua de la vida. (Apocalipsis 22, 17)
Yo, por mi parte, advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: «Si alguno se atreve a añadir algo, Dios echará sobre él todas las plagas descritas en este libro. (Apocalipsis 22, 18)
El que da fe de estas palabras dice: «Sí, vengo pronto.» Amén. Ven, Señor Jesús. (Apocalipsis 22, 20)