Encontrados 11 resultados para: resonar

  • al llegar el día diez del séptimo mes, harás resonar el cuerno. Será entonces el día del Perdón, y harás resonar el cuerno en todo el país. (Levítico 25, 9)

  • David dijo a los jefes de los levitas que dispusieran a sus hermanos, los cantores, con instrumentos musicales, salterios y címbalos para que los hicieran resonar, con voz de júbilo. (1 Crónicas 15, 16)

  • Los cantores Heman, Asaf y Etam hacían resonar címbalos de bronce. (1 Crónicas 15, 19)

  • Todo Israel subía el Arca de Yavé entre clamores y resonar de cuernos, con trompetas y címbalos y haciendo sonar los salterios y las cítaras. (1 Crónicas 15, 28)

  • Del borde de su manto pendían granadas e innumerables campanillas de oro que tintineaban a cada uno de sus pasos; se las oía resonar en el templo y el pueblo permanecía atento a ellas. (Sirácides (Eclesiástico) 45, 9)

  • Entonces el Señor hizo resonar su trueno en el cielo y dejó oír su voz con gran estruendo. (Sirácides (Eclesiástico) 46, 17)

  • Cuando tengan que tomar el camino ya sea a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán sus palabras resonar detrás de ti: «Este es el camino que deben seguir». (Isaías 30, 21)

  • Sube a un alto cerro tú que le llevas a Sión una buena nueva. ¡Haz resonar tu voz, grita sin miedo, tú que llevas a Jerusalén la noticia! Diles a las ciudades de Judá: «¡Aquí está su Dios!» (Isaías 40, 9)

  • Por eso, se acerca ya el tiempo, dice Yavé, en que haré resonar, en Rabbá de los amonitas, el grito de guerra. Quedará convertida en un montón de escombros abandonados y sus aldeas serán incendiadas. Entonces Israel despojará a los que lo habían despojado, afirma Yavé. (Jeremías 49, 2)

  • Es Yavé que destruye a Babilonia y hace callar su gran ruido, sus olas pueden rugir como las del mar y sentirse el resonar de su voz. (Jeremías 51, 55)

  • Entonces Yavé aparecerá por encima de ellos y lanzará sus flechas como relámpagos. El Señor hará resonar la trompeta y marchará en medio de la tormenta del sur. (Zacarías 9, 14)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina