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  • Bien saben ustedes de qué manera hemos vivido en el país de Egipto y cómo hemos atravesado por medio de otras naciones. (Deuteronomio 29, 15)

  • así como Balaam, hijo de Beor, que los israelitas mataron entre otras víctimas. (Josué 13, 22)

  • A las otras dos tribus y media Moisés ya les había dado su parte, (Josué 14, 3)

  • Cuando Dalila le gritó: «¡Sansón, los filisteos!», él despertó y pensó que se salvaría, como en las otras ocasiones. Pero no sabía que Yavé no estaba con él. (Jueces 16, 20)

  • Al tercer día, los hijos de Israel marcharon contra Guibea y se pusieron en orden de batalla como las otras veces. (Jueces 20, 30)

  • Entonces salieron los hijos de Benjamín a su encuentro, pero los de Israel les cortaron el paso para volver a la ciudad. Comenzaron como las otras veces a matar gente de Israel por los caminos que suben uno a Betel y otro a Guibea: mataron como a treinta hombres. (Jueces 20, 31)

  • Yavé entró y se paró, y llamó como las otras veces: «Samuel, Samuel.» Este respondió: «Habla, Yavé, que tu siervo escucha.» (1 Samuel 3, 10)

  • ¿Acaso los dioses de las otras naciones han protegido cada uno a su país contra el rey de Asur? (2 Reyes 18, 33)

  • David tomó por esposas otras mujeres en Jerusalén y tuvo más hijos e hijas. (1 Crónicas 14, 3)

  • Yo daré a tus siervos que se ocupen de cortar y derribar los árboles veinte mil cargas de trigo y otras tantas de cebada, veinte mil medidas de vino y veinte mil medidas de aceite: todo esto para su mantenimiento.» (2 Crónicas 2, 9)

  • Esta es la lista: Copas de oro para la ofrenda, 30; de plata, 1.029; otras copas de oro, 30; de plata, 410; otros utensilios, 1.000. (Esdras 1, 9)

  • porque no somos más que esclavos, pero, en medio de nuestra esclavitud, Dios no nos ha abandonado; ha extendido su mano misericordiosa sobre nosotros para apoyarnos frente a los reyes de Persia; nos ha devuelto la vida, nos ha concedido levantar de nuevo la Casa de nuestro Dios, y tener murallas en Jerusalén y en otras ciudades de Judá. (Esdras 9, 9)


“Que Maria sempre enfeite sua alma com as flores e o perfume de novas virtudes e coloque a mão materna sobre sua cabeça. Fique sempre e cada vez mais perto de nossa Mãe celeste, pois ela é o mar que deve ser atravessado para se atingir as praias do esplendor eterno no reino do amanhecer.” São Padre Pio de Pietrelcina