Encontrados 976 resultados para: muros de la ciudad

  • Subimos a bordo de un barco de Adrumeto que se dirigía a las costas de Asia y zarpamos; nos acompañaba Aristarco, un macedonio de la ciudad de Tesalónica. (Hecho de los Apóstoles 27, 2)

  • Lo costeamos con dificultad y llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca de la ciudad de Lasea. (Hecho de los Apóstoles 27, 8)

  • Los saludan Erasto, tesorero de la ciudad, y nuestro hermano Cuarto. (Carta a los Romanos 16, 24)

  • Viajes frecuentes; peligrosos de ríos; peligros de bandidos; peligros por parte de mis compatriotas; peligros por parte de los paganos; peligros en la ciudad; peligros en lugares despoblados; peligros en el mar; peligros entre falsos hermanos. (2º Carta a los Corintios 11, 26)

  • En Damasco, el gobernador del rey Aretas hizo vigilar la ciudad con intención de apresarme, (2º Carta a los Corintios 11, 32)

  • Así, pues, ya no son extranjeros ni huéspedes, sino ciudadanos de la ciudad de los santos; ustedes son de la casa de Dios. (Carta a los Efesios 2, 19)

  • Pues esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. (Carta a los Hebreos 11, 10)

  • Pero no, aspiraban a una patria mejor, es decir, a la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ellos ni de llamarse su Dios, pues él les preparó la ciudad. (Carta a los Hebreos 11, 16)

  • Por la fe cayeron los muros de Jericó, después de dar la vuelta a su alrededor durante siete días. (Carta a los Hebreos 11, 30)

  • Ustedes, en cambio, se han acercado al cerro de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial con sus innumerables ángeles, (Carta a los Hebreos 12, 22)

  • Por eso mismo también Jesús salió de la ciudad santa para sufrir su pasión y purificar al pueblo con su propia sangre. (Carta a los Hebreos 13, 12)

  • Ahora les toca el turno a los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal ciudad y pasaremos allí el año; haremos buenos negocios y obtendremos ganancias.» (Carta de Santiago 4, 13)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina