Encontrados 31 resultados para: males

  • Luego disminuyeron y se vieron abatidos bajo el peso de males y desgracias, (Salmos 107, 39)

  • Hija de Babilonia, que serás destruida, dichoso el que te hiciere los males que a nosotros nos hiciste. (Salmos 137, 8)

  • de los que en su corazón maquinan males y que provocan riñas cada día; (Salmos 140, 3)

  • en cuanto él murió, se ciñeron la corona, y sus hijos después de ellos, durante muchos años, llenando la tierra de males. (1 Macabeos 1, 9)

  • Ahora recuerdo los males que cometí en Jerusalén, los objetos de oro y plata que robé, los habitantes de Judea que mandé matar sin motivo. (1 Macabeos 6, 12)

  • llevado por el recuerdo de todos los males que le hemos hecho a él, a sus hermanos y su nación.» (1 Macabeos 10, 5)

  • Cuando Jonatán y el pueblo escucharon tales ofrecimientos, no los creyeron ni los aceptaron, porque recordaban los graves males que Demetrio había causado a Israel y los malos tratamientos a que los había sometido. (1 Macabeos 10, 46)

  • El mismo Dios, como esperamos, se apiadará pronto de nosotros y nos reunirá de todas partes en el Lugar Santo, pues nos ha sacado de grandes males y ha purificado este Lugar.» (2 Macabeos 2, 18)

  • de modo que absolvió de todas las acusaciones a Menelao, el causante de todos los males. Más aún, condenó a muerte a sus infelices acusadores que hubieran sido absueltos, aun cuando los hubiera juzgado un tribunal de bárbaros. (2 Macabeos 4, 47)

  • Los que no quisieran adoptar las costumbres griegas serían degollados. Entonces se pudo apreciar la magnitud de los males que se venían encima. (2 Macabeos 6, 9)

  • Pero el Rey de Reyes despertó la ira de Antíoco contra ese malvado, cuado Lisias hizo ver al rey que Menelao era la causa de todos los males. Entonces, el rey ordenó que lo llevaran a Berea y le dieran muerte según la costumbre de aquel lugar. (2 Macabeos 13, 4)

  • La desgracia no desanimará al justo, mientras que los malos serán colmados de males. (Proverbios 12, 21)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina