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A pesar de todo esto, ahora, esos hombres obran igualmente: en su delirio, envilecen sus cuerpos, desprecian lo que viene del Señor, blasfeman contra los ángeles. (Carta de Judas 1, 8)
Arrojan la espuma de sus vicios como olas agitadas del mar, astros errantes a los que les aguardan para siempre las espesas tinieblas. (Carta de Judas 1, 13)
Tampoco te falta la constancia y has sufrido por mi nombre sin desanimarte, (Apocalipsis 2, 3)
Sé dónde vives, y ahí está el trono de Satanás. Pero te aferras firmemente a mi Nombre y no has renegado de tu fe ni siquiera cuando mataron a Antipas, mi fiel testigo, ahí donde vives, en esa tierra de Satanás. (Apocalipsis 2, 13)
Recupérate, pues si no iré pronto donde ti para combatir a esa gente con la espada de mi boca. (Apocalipsis 2, 16)
Pero tengo contra ti que dejas actuar a tu Jezabel, esa mujer que se llama a sí misma profetisa, que enseña a mis servidores y los hace descarriar, pues se prostituyen y comen carnes sacrificadas a los ídolos. (Apocalipsis 2, 20)
Ahora escúchenme los demás de Tiatira que no comparten esa doctrina: no los heriré a ustedes que no han conocido sus «misterios», como ellos dicen, que son los misterios de Satanás. (Apocalipsis 2, 24)
Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tiene seis alas llenas de ojos alrededor y por dentro, y no cesan de repetir día y noche: Santo, santo, santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso, Aquel que era, que es y que viene. (Apocalipsis 4, 8)
Entonces vi esto: entre el trono con sus cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro ancianos un Cordero estaba de pie, a pesar de haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. (Apocalipsis 5, 6)
De esa humareda salieron langostas, que se esparcieron por la tierra, y se les dio la misma capacidad que tienen los alacranes de la tierra. (Apocalipsis 9, 3)
Entonces se desató una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Lucharon el dragón y sus ángeles, (Apocalipsis 12, 7)
Se le concedió hablar en un tono altanero que desafiaba a Dios, y se le concedió ejercer su poder durante cuarenta y dos meses. (Apocalipsis 13, 5)