Encontrados 438 resultados para: diez carros de bronce

  • Josué, hijo de Nun, siervo de Yavé, murió a la edad de ciento diez años. (Jueces 2, 8)

  • En aquella ocasión derrotaron a Moab: eran unos diez mil hombres, todos fuertes y valientes, y no se salvó ninguno. (Jueces 3, 29)

  • Entonces los israelitas clamaron a Yavé, pues Yabín tenía novecientos carros de guerra y, desde hacía veinte años, mantenía oprimidos a los israelitas. (Jueces 4, 3)

  • Y mandó llamar a Barac, hijo de Abinoam, que era del pueblo de Cadés de Neftalí, y le dijo: «Esta es una orden de Yavé: Ve a preparar una concentración en el cerro Tabor; tomarás contigo a diez mil hombres de las tribus de Neftalí y de Zabulón, (Jueces 4, 6)

  • porque quiero traerte a Sísara al río Cisón, con sus carros y sus hombres, y te lo entregaré.» (Jueces 4, 7)

  • Este convocó a los de Zabulón y Neftalí, y diez mil hombres lo siguieron; también Débora subió con él. (Jueces 4, 10)

  • Reunió todos sus carros, novecientos carros de guerra, y a toda su gente y, saliendo de Haroset, se dirigió al río Cisón. (Jueces 4, 13)

  • Barac, pues, bajó del cerro Tabor con sus diez mil hombres y Yavé le concedió que derrotara a Sísara con sus carros y todo su ejército. (Jueces 4, 15)

  • Sísara tuvo que bajarse de su carro y huir, mientras Barac persiguió los carros y las tropas hasta Haroset. Todos fueron muertos, sin que nadie se salvara. (Jueces 4, 16)

  • Tus raíces, Efraím, están en Amalec; tu hermano Benjamín está tras de ti entre tus tropas. De Makir han bajado capitanes; de Zabulón, jefes llevando la vara de bronce. (Jueces 5, 14)

  • Aquella misma noche Yavé dijo a Gedeón: «Lleva contigo a diez servidores de tu padre y un toro de siete años. Derriba el altar de Baal que cuida tu padre y corta el tronco sagrado que está a su lado. (Jueces 6, 25)

  • Gedeón, con ayuda de diez servidores, hizo lo que Yavé le había ordenado. Solamente que lo hizo de noche por temor a su familia y a la gente del pueblo. (Jueces 6, 27)


“Não se fixe voluntariamente naquilo que o inimigo da alma lhe apresenta.” São Padre Pio de Pietrelcina